Realizamos un ejercicio consciente en búsqueda de un fin, la movilización en torno a nuestra razón en últimas, el cambio de lo falsamente sólido.
Por: Andrés Bueno
Una cuestión conceptual
¿Es lo mismo el activismo a la realización de la actividad? , claramente se contiene desde diferencias filológicas hasta políticas e ideológicas, las cuales trazan los límites claros de nuestra postura y entendimiento del mundo.
Podemos deconstruir el concepto activismo en dos sentidos, el primero como una postura tomada de forma ratificada, osea como comprensión consciente de lo hecho, en un segundo sentido, como un vicio organizativo donde predomina un primitivismo de la práctica y una escasez de análisis teórico del medio, el cual generalmente proviene sin intención de ello.
Es un error de derroche ciego de energías del aparato partidario, en donde sin la previsión del porqué y el cómo se realiza un golpe constante a la piedra con las manos desnudas y al ver sangre se dice regularmente “el ambiente y las condiciones son impropias”, sin entender que con la compresión científica de la dureza de los materiales se puede formular la necesidad de herramientas propias para quebrar cualquier situación.
Difundido y normalizado
Es una realidad objetiva la forma con que se ha venido difundiendo estas prácticas cuya pretensión en últimas es el mero confort de sentir realizado un cambio, así como la trampa pura del sistema de mostrar que un activismo esteril marca frutos tras esta desarticulación total de las fuerzas, mostrando cambios parciales y momentos como conquistas eternas y profundas.
Se asume el relato del sujeto individual contra el sistema, en donde en ocasiones se forman colectividades las cuales orbitan entorno a meramente problemáticas puntuales, con visiones recortadas, tendiendo siempre a aislarse o seguir a algún grupo reducido dentro de sí mismo que traza toda la actividad, dependiendo de la emotividad de estos “héroes griegos” que por sus propios méritos y hechos aislados consigan la gracia de los dioses para por cuestiones divinas realicemos la revolución.
En ocasiones este rudimentarismo de derroche de experiencia ocasiona saltos cualitativos en grupos, sectores y clases, llegando a construir avances, nuestra primera postura claro podría ser la más vaga y mediocre, la de rechazo y sectarismo, empero, si la mayor cantidad de nobles jóvenes se hallan estancados en estas circunstancias, la tarea del revolucionario es sujetar a estos rebeldes, conformar una vanguardia conjunta, en donde quienes pretendieron en el actual momento llegar a la verdadera revolución se posicionarán acompañando a nuestros filas y objetivos, quienes en cambio, sólo pretendían una acción de cambio mediocre se subirán a marchar por la acera del oportunismo, saliendo de inmediato de nuestro costado, al ver este flujo vehemente de jóvenes que realmente aspiran al cambio unido en torno a propósitos comunes.
Más que que hacer, es qué nos encontramos haciendo
Debemos cuestionarnos de qué manera reflejamos la fuerza material de nuestra teoría en nuestros movimientos, que atractivos presentamos en nuestras actividades, que discusiones llevamos y recogemos, diferismo en la actuación vacía o ilusa, lo nuestro debe ser una constante orientación táctica acorde a nuestras definiciones, el arrebato egoísta de subjetividades individuales maniobrando en estas escarpadas cordilleras no es sino la actitud de quienes se perderán en el camino.
Es el espíritu humano hecho tangible en su búsqueda de libertad en la medida en que consiga que la colectividad tome partido en la situación, tarea ardua más no utópica.
La condición del activismo es nociva y oportunista, novicia en la práctica revolucionaria, más su polo contrario, el quietista en sentido ora intelectualoide, ora burocrático, es su definición en contraste, unidos por resaltar igualmente en ser destructivos.
¿Un problema de praxis?
No debemos dividir estructuralmente la teoría y la práctica como dos circunstancias paralelas, ejercer teoría es una práctica, así como la práctica de una teoría es parte de la teoría misma, por lo que entendemos esta relación como aspectos a considerar siempre en iguales términos, praxis no es una “unión” , sino resulta un concepto mismo de conjunción de aspectos de un mismo momento.
La realización de una práctica constante (diferente a esporadico), nutre nuestra teoría no solo en el sentido científico, sino en el empírico del mismo aparataje, la teoría no se ciñe meramente al libro y la discusión, es el conocimiento de barricada y en la organización de la huelga, así como la práctica va más allá de un elemento físico, es la planificación de la jornada de lectura o el análisis de las fuerzas políticas del momento.
Como vemos estos dos conceptos se miden es sobre la base de su utilidad pragmática en el momento en que nos situemos.
La disputa de militancia o el activismo es la disputa de la visión de la política.
Un grupo de activistas posee su propia visión del mundo, una interpretación del fin que pretenden, la discusión es en torno a la totalizante de su mirada, inclusive de su composición orgánica, ya que entendiendo que no es lo mismo el activismo de sectores populares, fundamentalmente autodidacta, localista y espontáneo, al organizado por partidos verdes en sus pretensiones de cambio, con elementos juveniles de la pequeña burguesía y clases altas cuyo propósito es individual, de engaño y favorecimiento oportunista al sistema.
La visión del activista se centra en solucionar la punta más visible (o la que le está punzando el cuerpo) del iceberg del problema, un error es separar la ideología de toda actividad humana, el que esta forma de darle finalidad a la realización de la actividad sea la de soluciones espontáneas es precisamente imprimir en la política que la manera de solventar las contradicciones latentes de la sociedad de esta manera, favoreciendo las posturas que niegan la perspectiva de transformaciones radicales.
En contraposición la militancia es un ejercicio permanente, científico, dialéctico, de caídas y avanzadas, más por sobre todo de constancia no en un sentido meramente organizativo, si no en uno de actuacion, de pensamiento, de radicalidad en ver las cuestiones estructurales del problema, una labor ardua de construcción colectiva, de aportar lo individual y fortalecerlo en torno a un objetivo común que funde la multiplicidad de estos elementos en una sola fuerza, una sola unión viva como cambiante.
Si no convencemos, o mejor matizado, si no demostramos la necesidad de desarrollar más allá de una labor momentánea el trabajo por el cambio al modelo productivo, la lucha supraestructural estará siempre dominada, claro puede ser por una pretensión de viraje a la realidad, pero no en beneficio de los y las trabajadoras del campo y de la ciudad.
La juventud posee una oportunidad sin igual, así como acumulados históricos amplios, debe romper las cadenas de las lógicas dominantes para comprender realmente su propósito, pero más allá de esto, reconocer los mecanismos de realizarlo, no con una actitud de cada fin de semana desempeñar el “hobbie” de la revolución, si no tomando las riendas de su objetivo como una meta de vida: tomar el cielo por asalto.