Entre los ires y venires, la transformación está en la unidad.
Por: Erika Ninived Ruiz C.
Tras la victoria del Pacto Histórico en las pasadas elecciones legislativas y presidenciales, donde las fuerzas de los partidos de izquierda aunaron por las banderas de la transformación en búsqueda de la justicia social. Nos queda hoy un sin sabor respecto a la importancia de la unidad, concepto recalcado dentro del discurso y ejercicio político electoral del periodo 2022.
El panorama actual de la coalición del Pacto Histórico a nivel local, distrital e incluso nacional nos muestra un escenario disímil en donde los egos, la ruptura y si se quiere la falta de análisis respecto al qué hacer, nos da hoy como resultado un escenario opuesto en comparación al despliegue realizado en las elecciones para la cámara, el senado y la presidencia; donde por medio de la unidad se expresó el trabajo de un solo bloque hacia un mismo objetivo político.
Es así, que si tomamos como punto de partida los diferentes espacios donde se han realizado asambleas locales e incluso dentro de las discusiones de los comités políticos, el discurso en referencia a la unidad toma cada vez más fuerza en virtud de implementar y defender las reformas sociales abanderadas por el Pacto Histórico; sin embargo, en la práctica vemos también como se reflejan conductas producidas tradicionalmente en los partidos de derecha donde se desarrollan constantemente múltiples rupturas y contradicciones entre la teoría y la práctica.
Lo anterior me llama a la reflexión respecto a ¿qué es lo que estamos entendiendo por unidad?, y si, ¿acaso el concepto mismo se vuelve ambiguo en el ejercicio de la contienda electoral?
En mi opinión, y quizá haciendo un análisis muy pueril, el ejercicio desarrollado para el periodo electoral del 2022 nos permitió avanzar y fortalecer nuestros procesos en los territorios mediante la unidad; pues logramos recoger por medio del ejercicio popular el sentir de los colombianos.
Con la victoria del Pacto Histórico, se evidencio que es posible romper con los estereotipos tradicionales de hacer política, pues por medio de la alegría, el arte, la cultura y la apropiación de nuestros territorios hemos logrado disputar el poder popular con el fin de no sólo mejorar las condiciones de vida de los colombianos, sino también generar los primeros cimientos para la transformación política, económica y social en contra de la desigualdad. Y aunque hemos trabajado mancomunadamente por la transformación social, en defensa del programa del Pacto Histórico, pareciera que entendemos la unidad como un ejercicio de trabajo en equipo y no como un todo transformador.
Con lo anterior, vale la pena recordar o reflexionar en las posturas de Gramsci respecto a la unidad o en sus palabras, en la construcción de la contra hegemonía.
Para Gramsci la contra hegemonía consiste en que las clases oprimidas puedan construir un nuevo poder, una nueva hegemonía en donde por medio de los consensos, alianzas y coaliciones puedan unirse en contra del régimen que las oprime. Es por esto, que la unidad va más allá de una simple alianza política, pues implica la construcción de un proyecto político e ideológico que dinamice la teoría con la práctica.
Es así que la contra hegemonía constituye en últimas la instauración de un bloque, la unión de las diferentes fuerzas sociales y políticas, que se encuentran identificadas en razón de un proyecto político e ideológico aún cuando entre ellas mismas existan múltiples diferencias.
Para esto, propone al partido como eje articulador que logra consolidar y custodiar el proyecto político e ideológico en pro de la transformación.
Ahora bien, si bien el Pacto Histórico no es un único partido, es deber de los partidos que lo integran ser la guía de la clase y de las fuerzas sociales que lo componen. Los partidos deben ser el promotor de la reforma moral e intelectual por el que las masas populares rompan con la ideología y las prácticas de la clase tradicional dominante.
En otras palabras, deben ser los partidos quienes abanderen la lucha de la transformación por medio de la elevación de la conciencia y en últimas permita la defensa de las reformas sociales, políticas y económicas. Por lo cual es fundamental que los partidos puedan exteriorizar su política y dinamicen entre la teoría y la práctica las transformaciones en verás de la eliminación de la desigualdad basada en la acumulación del capital.
Del mismo modo, lo anterior se debe reflejar en los escenarios de contienda electoral, pues la unidad por medio del ejercicio de los partidos debe poder sobrepasar los intereses personales e individuales, los egos y si es necesario las diferencias existentes; ya que es en estos escenarios donde es menester evidenciar y divulgar con mayor fuerza nuestro proyecto político e ideológico que nos diferencia de la política tradicional de derecha.
Es aquí, donde más debemos reforzar la unidad para evitar las fracturas y fracciones tal cual como hoy se evidencia al nivel local del Pacto Histórico, pues son estas las oportunidades que aprovecha la oposición para acercarse a la comunidad y reproducir el ejercicio político tradicional.
Si bien es cierto que nuestro trabajo y defensa en pro de la transformación política, económica y social no parte exclusivamente del ejercicio electoral, es importante hacer la salvedad que cuando hacemos la correlación entre la teoría y la práctica, y en especial entre el discurso con la realidad; pareciera que la unidad entra en disyuntiva ya que hablamos y hacemos el llamado a la unidad, pero a la hora de llegar a acuerdos evidenciamos hostilidades que no nos permiten avanzar.
Por lo cual, agregaría a lo mencionado por Gramsci, que la unidad o sobre todo el papel del partido consta también de ceder, de poder proyectar con base a una adecuada lectura sobre el qué hacer. Por lo tanto es fundamental que los partidos, los liderazgos y en general quienes componen el Pacto Histórico, deben más allá de identificarse con el proyecto político e ideológico poder materializar el mismo en la esfera social; en las calles, en los barrios, con la gente de a pie, y con nuestras familias; pues más allá del ejercicio electoral debemos poder inspirar por medio de la divulgación y trabajo territorial nuestras apuestas conquistando a quienes aún no creen posible vivir mejor.
Finalmente, hago un llamado a todos aquellos que creemos que es posible un cambio real y transformador, a que hoy más que nunca reforcemos la unidad con el fin de generar la Colombia y el sueño de nuestra América donde quepamos todos.
Es hoy donde la izquierda debe liderar las banderas no sólo en la esfera política de la institucionalidad sino por el contrario llevar las banderas a todos los territorios que han sido escenario de la violencia y del olvido Estatal por décadas. Estamos en el momento preciso para avanzar, por lo cual debemos robustecer los esfuerzos por medio del ejercicio popular; es decir, con la gente y para la gente; es el momento de elevar la conciencia de todos los colombianos.
Por esto, invito a todos los que creemos en la posibilidad de cambio que dejemos de lado nuestros egos, nuestros intereses personales y avancemos en el objetivo final de construir una Colombia tan grande como nuestros sueños.