La enajenación del trabajo, del obrero y de la vida misma.

agosto 29, 2023

La enajenación del trabajo, del obrero y de la vida misma.

agosto 29, 2023

El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más aumenta su producción, más extraño se enfrenta a su producto. Resulta bueno preguntarnos si conocemos el producto de nuestro trabajo, esta incógnita nos lleva a una reflexión necesaria entorno a las diferentes actividades que realizan las personas día a día y como son compensados por vender su fuerza, su tiempo y su vida.

 

Por: Gisell Natalia Peña Agudelo

Si un día cualquiera nos ponemos a pensar en el trabajo y cómo se relaciona este con la riqueza, encontraremos una incertidumbre que seguramente ha rondado en nuestra cabeza por años, ¿por qué si trabajamos tanto, no logramos algo más allá de sobrevivir?, y para esta pregunta la respuesta puede ser sencilla en términos de un ciclo económico o simplemente si aludimos a que nos falta esfuerzo. Pero más allá de hablar de economía, esfuerzo y decisión propia, es interesante ubicar esta pregunta en un contexto mucho más amplio, donde no solo se analicen los factores tradicionales que se oyen día a día de boca de la resignación. Ampliar el espectro nos permitirá cuestionarnos no solo desde lo observado, sino también desde lo sentido, lo vivido y todo lo que nos ha pasado por la mente pero que no nos hemos atrevido a decir, quizá porque nos incomoda hablar más allá o porque en el fondo nos resignamos a que no tiene ningún sentido cuestionar algo que ya ha sido establecido durante siglos.

No se necesita ser un gran filosofo para llegar a las mismas ideas que plasmó Karl Marx en sus escritos, no se necesita estar en la cúspide intelectual para identificarnos en sus palabras, en sus criticas o en sus denuncias, no se necesita de ningún tipo de adoctrinamiento, más allá que la experiencia diaria del joven, del estudiante, de la obrera, del obrero, del desempleado o de cualquier otro aquel que ha sentido en su piel la indiferencia ante la necesidad, la injusticia por sobre cualquier cosa y ha sido condenado a la miseria de lo inmediato, a sobrevivir como primer y único camino.

Manuscritos de Economía y Filosofía.

Bien lo decía el mismo Marx en uno de sus manuscritos, que la miseria del obrero está en razón inversa de la potencia y magnitud de su producción, y que el resultado necesario de la competencia es la acumulación de capital en pocas manos; de manera muy directa vemos que esto no solo hace parte de un antiguo texto, sino que cobra vida y se mantiene en la actualidad. Es evidente que el obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más aumenta su producción, el trabajador se convierte en una mercancía más barata, cuantas más mercancías produce. He aquí un punto importante a considerar, el trabajo no sirve solo para producir mercancías, sino que convierte al trabajador en una de estas, y esto incrementa en la medida que produce más mercancías a nivel general.

Lo anterior nos lleva a pensar en la forma en que el trabajador o la trabajadora se relacionan con el producto de su trabajo, pero antes de esto introduciremos una pregunta central, ¿conocemos el producto de nuestro trabajo?, esta incógnita conlleva una reflexión necesaria entorno a las diferentes actividades que realizan las personas día a día y como son compensados por vender su fuerza, su tiempo y su vida. Para esto es necesario adentrarse como medida inicial en la forma como el trabajador se ve frente a esta actividad, pues si reflexionamos unos minutos, vemos que más allá de percibir una compensación monetaria, las personas ven al producto de su trabajo como un objeto extraño, pues este no les pertenece, se pierde toda relación con lo que se produce; cuanto mayores son estos productos parece que más insignificante es el trabajador, y en esta medida, cuanto mayor es la enajenación del trabajador en su producto, mayor es la cosificación de la actividad obrera, se convierte en algo extraño fuera de sí, algo que no le pertenece y que por tanto no considera valioso como parte de el mismo.

Obrero, trabajo y producción.

Pero dicha extrañación no aparece por sí sola y por tanto no se debe dejar en el aire, puesto que es necesario entender que la relación entre el trabajo y su producto es la relación del trabajador y el objeto de su producción, en otras palabras, el trabajador se enfrenta con el producto de su trabajo como algo extraño porque el mismo acto de producción ya lo señala así. En esta medida, no solo se presenta una enajenación del producto, sino que se presenta una enajenación del trabajo, en la forma en que este no pertenece a su ser, en términos sencillos el trabajador se niega dentro del mismo, se siente no solo infeliz sino también desgraciado, el trabajo se presenta como algo forzado, que simplemente constituye un medio para satisfacer necesidades y no la satisfacción de una misma.

Pensemos de manera simple, diariamente tenemos sentimientos negativos hacia nuestra labor productiva, puede ser por los horarios, la remuneración, el trato recibido, entre otras; muchas más veces hemos señalado la actividad laboral como un castigo, un mal necesario pues de ella se depende para sobrevivir, y no importa cuánto esfuerzo se haga, cuantas horas se invierta, parece que este solo nos da para lo mínimo, para subsistir. En palabras de Marx, este trabajo que separa y enajena al hombre, invierte una relación natural que se tiene, no solo consigo mismo, sino también con su entorno, aquel que le ofrece los medios para subsistir, pues, hace de su actividad vital -el trabajo, como transformación de la naturaleza- un simple medio para la existencia.

Es tan grande la magnitud de esta extrañación, que no solo se arranca a la persona de su objeto de producción, se transforma la relación con el trabajo, con su conciencia y con la vida misma, llegando a tal degradación que priva al trabajador de su actividad viva y consciente, haciendo de esta un medio de subsistencia. Siendo así, preguntémonos, ¿es posible tan siquiera hablar de los frutos del trabajo?, ¿hemos visto al obrero que trabaja en una construcción vivir en un lujoso apartamento?, ¿hemos visto a las trabajadoras de las fábricas vestir las mejores ropas?, ¿hemos visto al transportador movilizarse en auto propio?, ¿hemos visto a las amas de casa recibir algo a cambio?, ¿hemos visto al conjunto de trabajadores que generan millonarias utilidades con su trabajo, gozar algo más allá que lo mínimo?, parece un poco imposible responder de manera afirmativa; aun cuando se dedica toda una vida a esta actividad, resulta siendo tan impropia, tan lejana, tan aparte del ser. Ni siquiera por medio de una retribución salarial es posible compensar el esfuerzo impuesto en la actividad productiva, mucho más difícil resulta hablar de los frutos del trabajo, cuando ni siquiera se nos permite dimensionar el valor del trabajo, su esencialidad no solo en la creación de mercancías, sino en la acumulación de ganancias y de capital, el cual se abriga en las mantas de unos pocos que condenan a una gran mayoría a trabajar por vivir, a vivir sin disfrutar.

La enajenación en la actualidad.

Actualmente el trabajo se desarrolla de una forma muy diferente, tanto que para algunos se presenta la posibilidad de utilizar el tiempo a su antojo, tan solo se necesita cumplir con el producto requerido para mantenerse dentro de esta nueva forma de trabajo, parece que el trabajador ha logrado lo que tanto se busca. Lo anterior sería cierto, si no sucediera que, bajo estas formas de vinculación laboral, se esconde una nueva forma de explotación, en donde es el individuo el responsable de administrar los recursos de los que dispone para cumplir con las exigencias de su labor, sin importar como se realice esto, pues se le ha dado la posibilidad de trabajar bajo sus propias condiciones, que no son más que las mismas del patrón, para al final terminar siendo un objeto dentro del proceso de la producción.

Aun cuando la tecnología ha transformado el proceso productivo y se muestra como un avance que favorece a todos los que trabajan, continúa existiendo la falta de conciencia del obrero y la obrera, y con ello el no reconocimiento de lo que su trabajo representa para quien posee los medios de producción. Aun cuando las condiciones laborales son mucho mejores para algunas personas, estas en realidad no atienden una verdadera transformación de las relaciones no solo de producción, sino también de poder y de acumulación.

Evidencia de lo anterior, es que aun cuando vemos opciones favorables y atractivas en las nuevas formas de trabajo, estas no se aplican de la misma manera para todos y todas, aunque de forma diferente, muchas personas viven diariamente la precarización en nombre de la flexibilidad del mercado del trabajo, esta que se abandera de la autonomía y libertad, pero que solo trae consigo la auto explotación laboral. Por otra parte, se encuentran los que ni siquiera pueden acceder a esta oportunidad, quienes, por un millón de razones, aun cuando tuvieran a la capacidad, la educación o el conocimiento de un arte, no pueden vincular su trabajo de manera formal, son estas personas quienes conformar la basta población de la economía popular, quienes con el mismo objetivo que tenemos todos, pero en condiciones mucho menos favorables, deben acudir al “rebusque” para llevar el pan a su hogar.

En suma, vemos con pequeños ejemplos como la teoría de Marx, se mantiene vigente en el sentido de que aun cuando ha pasado mucho tiempo y consigo han cambiado las formas y actividades de producción, han surgido nuevos trabajos, se han logrado mejores condiciones laborales y algunos se sienten dueños de su tiempo y no mucho del producto de su trabajo; sigue imperando el mismo sistema económico, aquel que no permite la realización del individuo y que lo sigue enajenando de su trabajo y lo que produce este, el capitalismo. En tanto se mantenga el capitalismo con sus diferentes modelos de aplicación, será imposible hablar del fin de la enajenación.

¿Qué podemos hacer?

Quedamos enfrentados entonces a un dilema que no debería ser tan grande, nos resignamos a vivir dentro de lo establecido, a permitir que se nos extraiga hasta el último brote de nuestra humanidad o nos abrimos ante nuestro camino revolucionario, aquel que atiende las necesidades del despertar de nuestra conciencia, que nos invita a organizarnos y defender todo aquello que nos pertenece, que nos ha sido arrebatado durante años y que poco a poco nos ha llevado a luchar colectivamente en busca de la emancipación de nuestro ser.

 

 

Fuente imagen:

http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2017/02/en-que-consiste-la-enajenacion-del.html

Referencias:

Marx, Karl (1932). Karl Marx Manuscritos, Economía y Filosofía. Ed. El Bolsillo Alianza Editorial. Madrid