El papel superestrutcural de la política

agosto 5, 2024

El papel superestrutcural de la política

agosto 5, 2024

Es claro, por tanto, que la política no solo juega un rol preponderante en los cambios que deben hacerse a nivel estructural para la transformación completa de la sociedad, sino que tiene que ser el escenario más elevado desde donde se plantee la lucha revolucionaria.

Por: Juan Sebastian Vargas Farfán

 

Estructura y superestructura

 

En un pasaje reiteradamente conocido, Marx señala la distinción entre una estructura basada en relaciones económicas y una superestructura de relaciones políticas, jurídicas, etc.:

“[…] en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social”.

En ese sentido, la forma que adquiere la política, el derecho, la cultura, etc., es efecto estructural de la forma que adquieren las relaciones sociales de producción. En los Manuscritos, Marx sostiene una idea parecida a través de una disertación sobre la propiedad privada: “Religión, familia, Estado, derecho, moral, ciencia, arte, etc., no son más que formas especiales de la producción y caen bajo su ley general.” (Marx, 1980, 144). Por consiguiente, el Estado moderno, basado en la división de poderes, democrático, etc., es resultado del desarrollo y configuración de un sistema económico específico, a saber, el sistema capitalista de producción, basado en relaciones asimétricas entre capitalista y obrero.

Bien reconocemos que el enemigo principal del comunismo -entendido este como filosofía y praxis revolucionarias- ha sido el capital, en tanto condensación no sólo de una relación meramente económica sino también de relaciones de poder. Sin embargo, cabe precisar que el marxismo, más que una teoría económica, es sobre todo una teoría y un camino políticos. Recordando las críticas de Lenin en ¿Qué hacer? al tradeunionismo, el cual se limita a una lucha económica por unas mejoras en las condiciones de trabajo, el programa táctico y estratégico del partido revolucionario no es una lucha contra el patrón simplemente, sino una lucha contra las clases dominantes en su conjunto, y puntualmente contra sus representantes asentados en el poder político estatal.

De hecho, Marx entiende que el trastocamiento de la sociedad capitalista hacia otro modo de producción no ocurre por un cambio endógeno en la estructura económica, sino que la transformación es un proceso de carácter eminentemente político: la toma del poder, la instauración de la dictadura del proletariado, que es además una acción intrínsecamente violenta.

Vemos, entonces, que en todo proceso de transformación de un modo de producción a otro (siguiendo el supuesto histórico de Marx de que toda revolución es un recambio político del conflicto de clase), la política juega un rol central en la generación de un nuevo modo de producción; que es la política la que sienta las bases de una nueva sociedad, y esto gracias al control del aparato represivo que permite forzosamente ese tránsito hacia un nuevo orden.

La política y el partido comunista

 

Si miramos el desenvolvimiento actual de quienes nos consideramos comunistas, nuestra actividad la llevamos a cabo por medio de un partido que es político, y que si bien plantea críticas a las condiciones económicas, los grandes cambios (incluyendo también las reformas) se tejen en la arena política, y es desde la política o desde el Estado donde habrá de suscitarse el movimiento histórico hacia el comunismo.

Empero, ¿significa todo lo anterior que la política está a la base de la sociedad, que hace parte de la estructura? Esta no es una cuestión sencilla en realidad, ya que tendríamos que definir qué es política y qué es economía. ¿La política se limita a la formación histórica del Estado, o se refiere también a las relaciones de poder? Si esto es así, podría plantearse la hipótesis de que la política es también estructural a la sociedad en tanto el deseo de poder (siguiendo a Hobbes) o la voluntad de poder (en términos de Nietzsche) son la esencia misma del ser humano. En la misma línea, Aristóteles definía naturalmente al ser humano como un animal político, capaz de relacionarse con sus congéneres para formar comunidad, sociedad, organización.

Sin embargo, si entendemos la política (también siguiendo a Hobbes y a Spinoza, quienes influyeron cada uno a su modo en Marx) como producto de un proceso temporal e histórico y no como una condición o un resultado naturales de la existencia humana, entonces podemos conferirle a la política un estatus más elevado a lo natural, es decir, superestructural, donde ya no mantiene una relación meramente dependiente de la economía, sino que, en virtud de su autonomía relativa, puede llegar a dirigirla. Y es pese a que las clases sociales se enfrentan cotidianamente en las relaciones de producción, el movimiento histórico de un modo de producción a otro no ocurre desde luego en los límites de lo económico (volviendo al caso del tradeunionismo), sino más bien en articulación y de manera crucial con la política, y que es en la política donde se juega “el todo por el todo” revolucionariamente.

Valga entonces citar unas interesantes observaciones de Gramsci (Cuaderno 10, 142, §6) a propósito de la relación entre estructura y superestructura, que permite entender el rol activo (y no pasivo) que puede tener la política para transformar la estructura económica:

“Se puede emplear el termino de “catarsis” para indicar el paso del momento meramente económico (o egoísta-pasional) al momento ético-político, o sea la elaboración superior de la estructura en superestructura en la conciencia de los hombres. Esto significa también el paso de lo “objetivo a lo subjetivo” y de la “necesidad a la libertad”. La estructura, de fuerza exterior que aplasta al hombre, lo asimila así, lo hace pasivo, se transforma en medio de libertad, en instrumento para crear una nueva forma ético-política, en origen de nuevas iniciativas. La fijación del momento “catártico” se convierte así, me parece, en el punto de partida para toda la filosofía de la praxis; el proceso catártico coincide con la cadena de síntesis que son resultado del desarrollo dialéctico.”

Esto permite enlazar la crítica y exhortación de Lenin (2010) en ¿Qué hacer? de transitar de una lucha exclusivamente económica a una lucha política socialdemócrata o integral en forma de elevación, como subiendo de la estructura a la superestructura. Lenin, al respecto, reiteradamente utiliza el concepto de elevación: “Para lograr que las personas ajenas nos consideren una fuerza política debemos trabajar mucho y con tenacidad a fin de elevar nuestro grado de conciencia, nuestra iniciativa y nuestra energía […]” (p. 129); “[…] debemos orientar nuestra atención principal a elevar a los obreros al nivel de los revolucionarios” (p. 188), o “Cuanto más crece la lucha espontánea de las masas, cuanto más amplio se hace el movimiento, tanto mayor, incomparablemente mayor, es el imperativo de elevar con rapidez la conciencia en la labor teórica, política y orgánica de la socialdemocracia” (p. 79) [cursivas mías].

Precisemos, sin embargo, que la política per se no necesariamente eleva la lucha del movimiento obrero, sino que incluso puede rebajarla a una lucha económica (que es el alegato de Lenin contra Martínov y la política tradeunionista), religiosa, legal, o cultural. Por ello la definición de la política en general y de la política del partido comunista en particular develará cuan elevada es la conciencia y cuan profundo será el alcance de la apuesta revolucionaria. En consecuencia, la lucha no puede ser simplemente política, en el sentido de por ejemplo conquistar el poder político como objetivo último, pues no garantiza la transformación de la estructura económica ni el apoyo del movimiento obrero a la causa.

Frente a lo anterior, permítasenos citar a Gramsci quien sostiene que “solo el grupo social que postula el fin del Estado y de sí mismo como fin a alcanzar, puede crear un Estado ético, tendiente a poner fin a las divisiones internas de los dominados, etcétera, y a crear un organismo social unitario técnico-moral” (Cuaderno 8, 307, §179). La apuesta revolucionaria no es entonces la toma del poder político, sino la abolición del Estado amoral y de las clases, en función de un Estado ético sin división de clases. Gramsci señala sobre esta particular noción que “todo Estado es ético en cuanto que una de sus funciones más importantes es la de elevar a la gran masa de población a un determinado nivel cultural y moral, nivel (o tipo) que corresponde a las necesidades de desarrollo de las fuerzas productivas y por lo tanto a los intereses de las clases dominantes.” (ibid.) [cursiva mía].

Conclusiones

 

Es claro, por tanto, que la política no solo juega un rol preponderante en los cambios que deben hacerse a nivel estructural para la transformación completa de la sociedad, sino que tiene que ser el escenario más elevado desde donde se plantee la lucha revolucionaria. Además, ese ejercicio político no puede aislarse de otras relaciones superestructurales, sino que debe entrar precisamente en relación con estas -por ejemplo con la cultura, como insiste Gramsci-, de lo contrario el contenido mismo del programa político sería parcial, mediocre e incapaz de revolucionar todos los aspectos de la vida social. En conclusión, se ha propuesto una comprensión del esquema estructura-superestructura desde el rol que tiene la política en el movimiento histórico en tanto que no está del todo condicionada por las relaciones de producción, sino que, por su posición superior sobre la estructura, puede a su vez condicionar las relaciones de producción y desde luego transformarlas.

Bibliografía

GRAMSCI, Cuadernos de la cárcel. Edición crítica del Instituto Gramsci.
MARX (1980), Manuscritos: economía y filosofía. Alianza Editorial: Madrid.
MARX, Prólogo Contribución a la crítica de la economía política.
LENIN (2010), ¿Qué hacer? Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información: Venezuela. Colección Claves para el Socialismo.