Foto Extraída de: https://www.admagazine.com/articulos/mujeres-en-la-revolucion-mexicana
La cultura occidental contemporánea influenciada claramente por las necesidades del capital, ha propuesto la naturalización del trabajo doméstico[1] como de las mujeres, sin embargo, esta construcción social es reciente y responde a la alternativa encontrada por el sistema buscando la consolidación de contextos en los que la clase obrera pudiera reproducirse de manera exitosa, vender su fuerza de trabajo y que la consecución de plusvalía no se afectara por la reproducción de obreros que no cumplieran con las exigencias para la producción de mercancías.
Por: Laura Bocanegra
Hay que decir que la construcción del ama de casa representada en las mujeres fue apoyada tanto por las industrias que ya veían las consecuencias de las carentes condiciones para la reproducción de la fuerza de trabajo, como de los obreros, hombres, que reclamaban mantener para si mismos privilegios que consideraban propios, los cuales podían ir desde el disfrute de espacios de ocio, pasando por el empleo en las fábricas, hasta los espacios públicos de discusión o representación de los obreros. Como consecuencia de este acuerdo patriarcal, las mujeres tuvimos que renunciar al acceso a la vinculación laboral, así como educativas, ya que la oferta para nosotras en ese sentido respondía a brindar los conocimientos requeridos para sostener adecuadamente los hogares, cuna de las próximas generaciones de obreros. Una doble subordinación que nos ponía más lejos de la emancipación como humanas.
En ese sentido, el salario, fue el instrumento por medio del cual se le delegó a los hombres obreros, el control sobre las vidas de las mujeres, generando una relación social en el que la mujer estaba subordinada a la voluntad de su patrón, el hombre, quien con sus capacidades de proveedor brindaba la seguridad económica que ella y sus hijos requerían, ella para poder seguir ocupándose de las labores para las que naturalmente había sido puesta en este mundo, mientras producía buena mercancía para ser intercambiada luego por un salario.
La idea del salario familiar y la familia nuclear cobraron gran importancia como base del sistema de producción capitalista, y alimentaba a los hombres obreros con la idea de suficiencia por lograr tener acceso a un salario que le permitirá hacerse cargo de su familia. Mientras que las mujeres fuimos relegadas a la esfera de lo privado y aquella naturalización de las mujeres y el trabajo doméstico impidió el reconocimiento de derechos como los laborales o a la participación política.
El movimiento feminista en la lucha anticapitalista
En los años 70’s el movimiento feminista tuvo grandes movilizaciones, en su interior nunca han mermado los debates, uno de estos, alrededor de reconocer cual es el origen de la opresión de las mujeres. A partir de analizar esas raíces es posible identificar las estrategias para la liberación de las mujeres, es así como las feministas marxistas posicionan la reivindicación por el reconocimiento del trabajo domestico como trabajo no asalariado, parte necesaria del sistema de producción capitalista.
La teoría de la reproducción social del trabajo ha implicado delinear luchas pero también diferenciar tendencias del movimiento feminista, así como hacer visibles actividades que se invisibilizaban y generaban una jerarquización social entre hombres y mujeres, lo que aporta también a reconocer que la revolución comunista debe ser la que reconozca la necesaria liberación y emancipación de las mujeres de su doble subordinación.
El análisis estructural de la opresión de las mujeres permite al movimiento feminista, orientar su accionar político y reconocer que no a todo el feminismo le ocupa la disputa por un sistema económico, político y social diferente al capitalismo. Además la instrumentalización que muy acertadamente el sistema capitalista hace del feminismo, ha instaurado en el imaginario social algunas concepciones superficiales que repercuten en la dificultad para la profundización de las nociones feministas. Por un lado, concepciones limitadas en las que se percibe al movimiento como el que promueve la supremacía de las mujeres y no la igualdad, por otro, la que va mas con las reivindicaciones burguesas, que termina con la consecución de unas conquistas específicas, nubla las luchas de las mujeres con el empoderamiento dejando de lado la construcción de una lucha por la emancipación de la humanidad con un enfoque de género que reconozca las reivindicaciones históricas de las mujeres.
Género y clase
Esa misma sociedad contemporánea atizada por el neoliberalismo, que en su momento envió a las mujeres al ámbito privado, invisibilizando su papel en la producción de riqueza, y en la que el empoderamiento femenino ha cobrado gran importancia en los discursos sobre la libertad, el enfoque interseccional cobra relevancia cuando se plantea la formulación e implementación de política pública contra la desigualdad de género y la violencia hacia las mujeres, es aquí en donde la teoría feminista marxista nos da luces que permiten reconfigurar la categoría de clase, entendiendo que el único lugar de trabajo ya no son las fabricas o empresas, que el hogar es el lugar de trabajo en el que se encuentran muchas mujeres y que las relaciones al interior de la familia implican la subordinación y jerarquización a partir del salario y los roles sociales impuestos a uno y otro género.
Para Bhattacharya, la teoría de la reproducción social trata de disputar la concepción tradicional de la lucha de clases en el ámbito laboral asalariado, en ese sentido, la concepción de la clase trabajadora debe comprenderse de manera integral, integrando cuestiones de raza, género y las diversas formas de opresión social, comprendiendo también que “el capitalismo intenta controlar el circuito de reproducción” con lo cual las mujeres que en su cotidianidad desarrollan labores domésticas y de cuidado, enfrentan también el control de sus cuerpos y decisiones por parte de un sistema que ha explotado su fuerza de trabajo a costa de su invisibilización y sin ni siquiera el reconocimiento por medio de un salario.
Todo lo anterior nos permite evidenciar que los escenarios de lucha de clase trascienden los tradicionalmente identificados por la lucha obrera, dado que, si el capitalismo pretende limitar los derechos sobre la capacidad o decisión reproductiva de las mujeres, esto impacta a su vez, la capacidad productiva de una sociedad.
El sistema del cuidado revolucionario
La construcción de un sistema del cuidado que propenda por la emancipación, de ninguna forma puede aportar a perpetuar los roles de género tradicionalmente impuestos, sus acciones principalmente deben estar encaminadas a reconocer el trabajo no remunerado que han ejercido las mujeres, pero sobre todo debe centrarse en redistribuir las labores de la reproducción de la vida, esto implica apostar por la transformación del sentido común que ha llevado a pensar que son las mujeres las que naturalmente deben ser dispuestas para esas labores, pero también, debe haber un ejercicio en el que la nueva organización del Estado revolucionario, debe considerarse esencialmente cuidadora. En ese sentido, un sistema del cuidado no puede únicamente estar a cargo de un sector del Estado, si no ser concebido como un enfoque por medio del cual se despliegan todos los diseños de políticas estatales.
En el mismo sentido, una concepción comunista de los cuidados pasa por reconocer que todas y todos podemos cuidar, que tanto mujeres como hombres son capaces de desarrollar habilidades para el cuidado, que así como pretendemos democratizar los medios de producción debemos hacer lo propio con las tareas que implican la reproducción de la vida, esto parte del reconocimiento de que no es natural para las mujeres cuidar, ni que todas las mujeres deben ser esencialmente cuidadoras, si no que así como el trabajo, cuidar también hace parte de las relaciones sociales para la continuación de la existencia.
Esa colectivización del cuidado inherentemente aporta a transformar la noción de la propiedad privada de la familia, esa que en las posturas más conservadoras dicen “con mis hijos no te metas”. Un sistema del cuidado comunista, derrocaría la idea de que los hijos, personas con discapacidad o mayores, son únicamente propiedad o responsabilidad de quien las cuida o de la familia que debe responder por ellas, aportando a generar dinámicas sociales en las que el cuidado de los seres que más lo necesitan es responsabilidad colectiva y que todas y todos tenemos derecho a cuidar, ser cuidados y al autocuidado, ya no la concepción del cuidado que permite el acceso a servicios privados solo a partir de los privilegios o el acceso a servicios del estado por encontrarse en condición de pobreza, implica la universalización de los cuidados con una conciencia colectiva de este como derecho.
Referencias
[1] Vale la pena mencionar las discusiones teóricas acerca del trabajo directo e indirecto no remunerado, para algunas propuestas teóricas los cuidados no son necesariamente todos los trabajos domésticos no remunerados, si no, los que están directamente relacionados con actividades que garantizan el bienestar de las personas cuidadas (alimentar, bañar, vestir, etc)
Federici, Silvia (2018) El Patriarcado del Salario, capitulo 3. La construcción del ama de casa a tiempo completo y el trabajo doméstico, en la Inglaterra de los siglos XIX y XX. Ed. Traficantes de sueños.
Varela, Paula (s.f) Entrevista a Tithi Bhattacharya “Sobre la relación entre género y clase”, https://www.laizquierdadiario.com/Sobre-la-relacion-entre-genero-y-clase
Clacso TV, (2019) Conferencia de Silvia Federici, las luchas de la Revolución https://youtu.be/oe1sl3GYN64?si=5NVXQDvDQ0dNksqS