El Dilema de la JUCO

marzo 16, 2017

El Dilema de la JUCO

marzo 16, 2017

Por: Diego Acosta y Espartaco

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El futuro próximo de la Juventud Comunista, y de los comunistas en general, se encuentra atado a las incertidumbres de la historia reciente que vive el país: la oportunidad de llevar a buen término la solución política negociada del conflicto armado (que es el cierre de la confrontación militar, para continuar la lucha política por otros medios) es una tarea estratégica e imprescindible. En este contexto, el resultado negativo del plebiscito, ha hecho que la implementación del acuerdo de la Habana se enredara, tanto en su trámite, como en su apoyo social; adicionalmente, esta derrota en las urnas demostró que la ultraderecha como actor político todavía cuenta con una buena capacidad para definir coyunturas decisorias.

Por lo anterior, pareciera que cada vez más la implementación del acuerdo empieza a trastabillar, dejando ver un futuro no muy promisorio para cerrar de manera acertada el ciclo de guerra del país: incumplimientos por parte del gobierno, ausencia de debate público al respecto, poca o nula movilización social por la paz, han hecho que la implementación de lo acordado entre en un estado de letargo y un ritmo lento. Así mismo, se presenta el momento de la política para lxs comunistas: lleno de incertidumbres y lentitud para llevar a buen término su proyecto emancipatorio. De allí que las FARC (sumado al temor de un posible gobierno de ultraderecha que derrumbe completamente los acuerdos), estén cada vez más convencidos de la necesidad de un gobierno de transición: cerrar el ciclo de la guerra es tarea de primer orden, tanto en su estrategia política, como para constituirse en actor que  juegue dentro de la institucionalidad, regresar a las armas no es una opción.

Paralelo a esto, el proyecto político y económico del neoliberalismo dirigido por el gobierno de la Unidad Nacional se sigue profundizando en cada una de las esferas de la sociedad y sigue alimentando un sistema cada vez más decadente y corrupto. Frente a este avance, las fuerzas sociales y políticas comprometidas con el cierre de la guerra y el triunfo de la paz, han tenido una política de tolerancia/pasividad frente a medidas impopulares como la reforma tributaria, el Nuevo Código de Policía o el Sistema Nacional de Educación Terciaria. Hay que reconocer que no es una situación sencilla, todo el campo político se está reconfigurando, y en la Izquierda un nuevo actor llegará reconstruido, con mucha más fuerza que cualquiera de las organizaciones hoy existentes.

Para terminar de complejizar este escenario, la Juventud Comunista debe lidiar con un elemento problemático adicional: su futuro político en el postacuerdo. ¿Son incompatibles la lucha por la Paz y la lucha contra la profundización del neoliberalismo? El que sean o no incompatibles radica en un elemento crucial: el actor político que garantiza – aunque a trancas y mochas- la refrendación e implementación del acuerdo de paz es el mismo que lleva adelante los recortes, las privatizaciones, la corrupción y el aumento de los impuestos. Una deslegitimación de sus políticas remite directamente a la deslegitimación del proceso de paz. Y quienes sí han capitalizado políticamente oponiéndose a este proyecto y con la pasividad de la izquierda, son actores políticos como la ultraderecha o el oportunismo verde.

La lucha social y la lucha política no son contradictorias. La lucha en el colegio, el barrio, la universidad, el lugar de trabajo, la calle y el parlamento pueden -y deben- impulsarse la una a la otra. Sostener lo contrario sería sintomático de una grave enfermedad infantil. La experiencia chilena ha desarrollado mucho más esta relación dialéctica entre la protesta callejera y la parlamentaria. De esta manera, si la Juventud Comunista mantiene firme la convicción en la vigencia de su proyecto político entonces sabrá entender que las grandes transformaciones sociales se consiguen combinando pasos cortos, pasos largos y grandes saltos, es decir, mientras no se pueda garantizar un cambio estructural se pueden ir ganando paulatinamente espacios hasta lograr dicho cambio. Mientras no se tengan las fuerzas para hacer una nueva Constitución, en consecuencia una nueva organización del Estado y de la Sociedad, se tendrá que ir ganando trincheras que permitan estar cada vez más cerca de dicho objetivo.

¿A dónde vamos con todo esto? El acuerdo de la Habana es, sin lugar a duda, un avance sin igual en el proceso de construcción de un nuevo país, pero no es la anhelada Nueva Colombia, muchos cambios siguen haciendo falta. La magnitud de las reformas que implica el Acuerdo puede comprenderse por el paso que dan las FARC al dejar las armas. Su capacidad militar se transformará, entre otras cosas, en nuevas reglas políticas y curules en el parlamento; será un nuevo gladiador en una nueva arena política. Es comprensible que la necesidad de asegurar la refrendación e implementación de la Paz absorba y consuma todos sus esfuerzos políticos, de lo contrario este gladiador habría dado un gran salto al vacío.

No obstante, ¿los ingentes esfuerzos por cerrar el ciclo de la guerra harán que sea ésta la paz de Santos? ¿Una Paz neoliberal? El futuro político de la Juventud Comunista está mediado por esta pregunta. En este proceso de implementación, la JUCO no convertirá capital militar en capital político, las posiciones que necesitará para potenciar la lucha social y política tendrá que ganárselas por esfuerzo propio. La tarea es convertir el descontento juvenil con las reformas en torrente social de cambio. Pero, ¿puede una política de tolerancia con la reformas neoliberales mostrar el talante, carácter y capacidad de lucha de la Juventud Comunista? ¿Puede esa pasividad acumular fuerza juvenil constituyente? Si la Juventud quiere destacar y sumar en la construcción del futuro del país entonces tendrá que sobresalir como un catalizador de las luchas populares, de lo contrario, se subirá a una barcaza sin ninguna certeza de si habrá allí un espacio para ella.

La unidad entre comunistas debe darse, pero, ¿será preciso que como el delta de un río unas aguas dirijan toda su fuerza para cerrar el ciclo de la guerra mientras las otras mantengan con vida las demandas sociales que rebasan el Acuerdo? Tal vez sea esta la manera en que puedan desembocar juntas nuestras aguas en la Nueva Colombia.

Pdt: La idea según la cual en la Paz se englobaban todas las demandas sociales resultó ser inoperativa y estéril, aunque sí una solución fácil y cómoda.