Por: William Monsalve
Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
J.L. Borges
Camarada Klaus.
Vuelvo a estas letras con la misma intensidad del dolor y la rabia, como hace un año. Un día como hoy, curiosamente luce gris y lluviosa la capital. Sabe que nos acongoja este seis de marzo luctuoso de memoria y nostalgia. Sería menos honesto ocultar lo que sienten todos aquellos que lloramos tu pronta partida, los que gritamos con indignación y aceptación la cruenta realidad del hecho, las mismas personas que ondearon frente a ti la bandera y corearon a viva voz que no pasará en vano tu esfuerzo. Hoy nos reúne una vez más este compromiso que tiene tu nombre y el de tantos hombres y mujeres que como tú pagaron la dolorosa cuota de sufrimiento, en un país que todavía se resiste a superar las horas de violencia que se siguen repitiendo una y otra vez para menguar el anhelo de paz para todos.
Sé que te sorprendería saber que hoy reúnes corazones que laten por ti en diversas latitudes del mundo. Sé que por modestia, no aceptarías tanta reverencia y preferirías algo que no te hiciera tan evidente, que no hablara de ti, sino de todos, porque tú fuiste siempre nuestro y de todos, nunca hiciste algo para ti, pensaste en el plural de tus amigos, padres, camaradas, en tu pueblo. Sin embargo, nadie puede dejar de asombrarse de las colosales dimensiones del trágico desenlace del seis de marzo. Es inimaginable que un espacio de sano esparcimiento y disfrute, haya sido el lugar donde por última vez compartieron tu alegría y radiante fuerza juvenil en ese partido que partió nuestro inicio de marzo. Nadie puede ocurrírsele que la muerte logró habitar los parques, las calles y el vecindario, que la violencia se tomaba por asalto el sano esparcimiento y buscaba allí, vulnerables, a los jóvenes que como tú, jugaban a la vida, a seguir respirando, a soñar.
Allí, llegó la violencia, a la cancha, a sentenciar el final del juego; un par de disparos cortando tu último aliento, un asesino encubierto, con la complicidad de la fuerzas oficiales, un plan orquestado para silenciar al joven comunicador que solo por vocación denunciaba lo que estaba prohibido: la corrupción, el tráfico de drogas, el negocio soterrado de los poderes mafiosos de la mega minería en Suacha, las componendas de los grandes emporios financieros que se ensañaron contra un joven que apenas cursaba sus primeros semestres comunicación social y que disparaba desde su cámara, con la precisión obturada de la imagen que solo captan los que ven detrás del lente, la noticia, allí develada para mostrarla como es, dura y real; testimonios capturados que Klaus observó en su corta vida con el compromiso de contarla y movilizarla a favor de su querida gente pobre de Suacha.
Esta vez el lente captó un crimen, la notica era marzo de luto, un cruel evento en la cancha, el periodista juvenil, era asesinado en la mitad del juego, ante espectadores que veían el último partido de Klaus Zapata contra la muerte. Lamentablemente, no la pudiste esquivar y hoy escribo estas líneas reavivándote en el recuerdo y en la lucha para mantenerte vivo, joven y enamorado de la vida, porque ahora nosotros jugamos tu partido: el de la esperanza, la revolución, la vida y la alegría.
Por eso esta acongoja solo es pasajera, luego vuelvo a el presente que no conociste y que queremos que veas a través de nosotros, de todos aquellos que esperan el triunfo definitivo de las fuerzas que batallan por ese Macondo en paz que tanto amaste. Hoy nos la jugamos con más ganas, nos aprestamos más vigorosos y decididos, porque sabemos que cada mañana de futuro que se consolide la victoria, será sin duda también tuya, se mantendrá joven y será alegre y renovadora.
Aquí estamos optimistas, abriendo paso a esta nueva Colombia, uniendo los esfuerzos que tú también tejiste con todos esos jóvenes que ondean banderas, gritan, se abalanzan a la lucha que se resisten a morir sin dignidad, a ser olvidados, a no tener causa, ni motivo para vivir. Aquí estamos optimistas, porque eres un motivo para vivir, para ser jóvenes y revolucionarios, para amar y crear, para batallar por la paz, la justicia, la dignidad.
Querido Klaus, aquí estamos optimistas porque en cada día que se consolide la paz y las transformaciones que requiere nuestra amada Colombia, aguantaremos las muertes, ganaremos la batalla al hambre, la desigualdad, la pobreza y triunfaremos por encima de todas las guerras en las que aún persisten los poderosos. Las batallas de la esperanza, la ganaremos con el ejemplo de tu nombre y la de tantos y tantos que han labrado el camino hacia el porvenir de felicidad de nuestras gentes que merecen una segunda y definitiva oportunidad sobre la tierra.
Junto a ti, con esa gran constelación de grandes hombres y mujeres de nuestro pueblo, estás, seguros que cuando vemos una fulgurante y brillante llama en la altura de la noche, nos guías en las más oscuras y aciagas penumbras para no perder el optimismo y seguir luchando porque jamás hemos renunciado a la revolución, ni a la alegría.
Hasta siempre!!!