Por: Margarita Sánchez Gualdrón
El día 9 de agosto de 2018 el Senado de Argentina rechazó la posibilidad de legalizar la interrupción voluntaria del embarazo. Con 38 votos en contra y 31 a favor se relegó al país a una ley de 1921 en la cual se establece que el aborto es permitido solo en caso de violación o que se ponga en riesgo la salud de la madre. Sin embargo, el Código Penal Argentino establece que: “la mujer que causare su propio aborto o consintiere que otro se lo causare, será castigada con una pena de uno a cuatro años de cárcel”, es decir que las mujeres que aborten por fuera de lo estipulado en una ley de hace 97 años, deberán ir a prisión.
En Colombia solo hasta el año 2006, a través de la sentencia C-355 de 2006, se despenaliza el aborto para tres circunstancias específicas: que la continuación del embarazo constituya un peligro para la vida o salud de la mujer; cuando la vida del feto sea inviable por cuenta de una grave malformación y cuando el embarazo sea producto de un acto sexual sin consentimiento, de inseminación artificial o transferencia de óvulo no consentidas, o de incesto. Si bien, al igual que en 1921 en Argentina, la despenalización por vía jurisprudencial en Colombia representa en buena medida un avance formal, la realidad de las mujeres, sobre todo las de menos recursos, aún es dramática.
Ante este panorama, de la mano del auge de la lucha por los derechos de la mujer – en cuestiones tan básicas como auto determinar sus vidas-, es menester hacer una breve mención a la primera república que despenalizó el aborto en el mundo, constituyéndose como un referente histórico obligatorio para comprender la necesidad y potencialidad de esta reivindicación, esta fue la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas URSS.
Situación de las mujeres bajo el régimen zarista
Las condiciones de atraso de la Rusia pre revolucionaria íntimamente ligadas con la pervivencia del modo de producción feudal y la servidumbre – vigente hasta 1861-, así como la ausencia de una revolución liberal (Pibernat Vila, 2017), se manifestaban de formas mucho más crueles e inhumanas con respecto a la situación de las mujeres. El trabajo realizado por las mujeres en el campo muy pocas veces era remunerado, era usual que fueran sujeto de compra y venta como esposas o sirvientas, eran tratadas como bestias de carga en el campo y obligadas a realizar trabajos denigrantes en talleres (Leites, 2012). En lo cultural, un marido cuya primera descendencia fuera una mujer, podía ser golpeado por los hombres del pueblo (Pibernat Vila, 2017). En lo público, durante el siglo XIX se consideraba que el cerebro de las mujeres no era apto para asimilar conocimiento (Pibernat Vila, 2017). Aunado a todo lo anterior encontramos que bajo el régimen zarista, la fuerte influencia de la iglesia ortodoxa impedía que se diera cambio de una condición “por mandato divino inmodificable”. En términos generales, una mujer nunca podía escapar de la configuración de poder patriarcal: el dominio del padre y el marido en la casa y del zar en el Estado.
Triunfo de la Revolución Rusa
Sin embargo, el triunfo de la revolución de 1917 constituyó un avance trascendental para darle la vuelta a las circunstancias desiguales de las mujeres rusas. Estas condiciones irían variando acorde con otras transformaciones sociales y económicas, a través de legislaciones favorables para mejorar la situación de las mujeres, despojando a los hombres de los derechos sobre esposas e hijas, garantizando el derecho al divorcio, estableciendo la igualdad salarial, quitando a la iglesia la prerrogativa exclusiva de la celebración del matrimonio, despenalizando y legalizando el aborto, entre otras transformaciones positivas (normas que se pusieron en vigencia tan solo un año después del triunfo de la revolución, empezando por el código de familia de 1918).
Ahora bien, es menester destacar que dichas legislaciones estuvieron precedidas por importantes grupos de movilización política de mujeres que exigían sus derechos y elaboraban académicamente al respecto (siendo parte importante de la gestación de estas transformaciones las mujeres militantes del Partido Obrero Social Demócrata Ruso) (Pibernat Vila, 2017). Consecuente con lo anterior, es importante destacar el papel del Zhenodtel[1], sección del Partido Comunista dedicado a los asuntos de la mujer, cuya tarea fundamental era luchar por sus derechos y por vía pedagógica dar a conocer las victorias que se habían logrado, para que ellas tuvieran pleno conocimiento sobre cómo aplicar las nuevas prerrogativas. Otra de las tareas relevantes del Zhenodtel era realizar la necesaria tarea de alfabetización de las mujeres en campos y ciudades, teniendo en cuenta el grado abismal de desigualdad en este sentido respecto de los hombres.
Sobre el aborto en la URSS
Solo tres años después del triunfo de la revolución y por virtud de la fuerte labor del Zhenodtel, es que el 18 de noviembre de 1920 el Comisariado del Pueblo para la Salud y la Justicia publicó el decreto sobre la terminación artificial del embarazo, constituyéndose en la primera normativa por medio de la cual se legalizó el aborto en la URSS, asegurando a las mujeres dicha práctica en condiciones dignas, seguras y gratuitas en hospitales públicos (Sánchez , 2018). Contemplaba el decreto:
“Durante los últimos 10 años, el número de mujeres que se realizan abortos ha estado creciendo en nuestro país y en el mundo entero. La legislación de todos los países lucha contra ese mal mediante el castigo a las mujeres que se deciden por el aborto y a los médicos que lo practican. Este método de lucha no logra ningún resultado positivo. Empuja a la operación en la clandestinidad y convierte a las mujeres en víctimas de abortistas avaros, y a menudo ignorantes, que se aprovechan de esta situación clandestina”. (Publicado en el No° 259 del Izvestia del Comité Ejecutivo Central de los Soviets del 18 de noviembre de 1920).
Queda claro que dentro de las prioridades del nuevo gobierno revolucionario estaba la cuestión de la mujer ponderada con las necesidades de la sociedad en su conjunto. En este sentido Alejandra Kollontai manifestaba que, si bien los embates de la guerra habían tenido consecuencias nefastas en pérdidas humanas, la legalización del aborto y su práctica en condiciones dignas no tendría marcha atrás, contando con que los mismos seguirían realizándose (fueran o no legales) destruyendo la salud de quienes se los practicaban con métodos artesanales e irregulares y que la única forma de salir de este grave problema de salud pública era que estos procedimientos se practicaran por cirujanos en condiciones óptimas.
Las mujeres en la URSS podían abortar por su propia determinación. Solo bastaba presentarse ante una oficina de tipo ministerial para solicitarlo, ya que su práctica solo podría llevarse a cabo en hospitales públicos con el fin de asegurar todas las condiciones de asepsia necesarias para una práctica segura y evitar el lucro privado frente a una cuestión de salud pública (frente al trámite se establecían criterios de vulnerabilidad y clase en el orden de prioridades debido al recurso escaso) (Sánchez , 2018).
En ese momento casi un 50% de las mujeres abortaban por el hecho de ser pobres, lo cual les impedía hacerse cargo de un hijo, un 15% decidían abortar por que teniendo ya uno o varios hijos no deseaban tener otro y un 12% lo hacía por problemas de salud (Sánchez , 2018). Estas cifras se fueron ampliando una vez crecía el panorama por virtud del cambio de condición social de la mujer, en la cual su destino irremediable ya no era ser ama de casa o dedicarse a las labores domésticas, sino que pasando a la autodeterminación, podía decidir si quería estudiar, trabajar, participar en política, etc. (Sánchez , 2018).
La cuestión actual
Tanto en Argentina como en Colombia nos encontramos con condiciones muy similares a las que se presentaban en la Rusia pre revolucionaria respecto de la situación de las mujeres. En términos laborales, según el Ranking Global sobre brechas de Género del Foro Económico Mundial, en Colombia subsiste un desempleo del 11% para las mujeres en contraste con el 6,6% de los hombres. La brecha salarial se mantiene en el 25% a pesar de la mayor formación de las mujeres, es decir estamos muy lejos de la igualdad en materia laboral. Por otro lado, es común ver en algunas regiones del país como se cambian mujeres por dinero o dotes de bestias (casos muy comunes en la Guajira), y en general cómo desde una perspectiva de clase, es evidente que las mujeres más afectadas por el sistema patriarcal son las mujeres pobres (por falta de acceso a la educación, dependencia económica familiar, relegación a labores domésticas, mayor vulnerabilidad frente a situaciones de violencia sexual).
En este orden de ideas, es absolutamente necesario traer al debate público las enseñanzas que nos dejó la Revolución Rusa con respecto al aborto. La necesidad de que se desacralice la función maternal de las mujeres, que la iglesia y la moral religiosa dejen de definir el destino de las mismas, que los Estados asuman como un tema de salud pública la cuestión de los abortos clandestinos y la garantía de su práctica en condiciones dignas. Lo anterior cobra especial relevancia cuando se analizan datos como: el estudio del Instituto Guttmacher, en el cual se establece que por año, en Colombia se practican aproximadamente 400.400 abortos, de los cuales solo 322 –el 0,08%- se ejecutan en el marco de la sentencia (De Justicia, 2016). El 53% de las mujeres pobres rurales sufren complicaciones graves al practicarse abortos de alto riesgo, asimismo estas tienden a no tener las condiciones necesarias para los cuidados post aborto y, generalmente, esto les genera graves problemas de salud a largo plazo, cuando no la muerte (De Justicia, 2016).
Es por esta razón que avanzar en la pelea por los derechos de las mujeres, pasa por jugar un rol decisivo en la lucha por la despenalización y legalización del aborto, que las herramientas jurídicas que hay hasta el momento tengan plena operancia, con tal de que la vida de las mujeres no se determine por si pueden o no acceder a lugares seguros para practicarse abortos (en un contexto neoliberal en donde se es sujeto de derecho si puedes pagar). Es necesario dar al traste con esa historia que sistemáticamente ha evidenciado su odio hacia las mujeres (en especial las pobres) haciendo que se comprenda que la vida de una mujer (con relaciones afectivas, proyectos de vida, angustias, expectativas, etc.) no puede equipararse a la de un embrión. El reto es organizarnos, movilizarnos por nuestros derechos, desmantelar las falacias pro vida que encierran el tradicionalismo religioso pero que en lo real envuelven condiciones complejas de misoginia.
Nuestra tarea es presionar, ser incomodas, y exigir la potestad de decidir sobre nuestros cuerpos, actuar colectivamente para llegar a todas esas mujeres que aún sabiendo leer y escribir ignoran sus derechos, para que siguiendo el ejemplo de las revolucionarias rusas podamos sacar al cura, padre, marido y Estado de nuestros cuerpos, de una vez y para siempre.
“Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”
[1] Esta sección fue fundada por Inessa Armand y Alexandra Kollontai. Constituida formalmente en 1919.
Bibliografía
Kauffman, C. (2 de diciembre de 2015). De Justicia. Recuperado el agosto de 2018, de https://www.dejusticia.org/column/por-que-tantas-mujeres-latinoamericanas-aun-se-someten-a-abortos-inseguros/
Kollontai, A (1976). La mujer en el desarrollo social. Barcelona: Editorial Guadarrama.
De Justicia. (11 de mayo de 2016). La despenalización del aborto en Colombia: diez años de un derecho no realizado. Bogotá.
Leites, I. (2012). La Unión Soviética: El primer país en que el aborto fue legal y gratuito. Atea y sublevada.
Pibernat Vila, M. (2017). Mujeres de octubre. Madrid: El viejo topo.
Sánchez , A. (8 de agosto de 2018). Rusia revolucionaria: el primer país en legalizar el aborto hace casi cien años. La Izquierda Diario.