El derecho a la ciudad en Harvey, un vasto espacio de lucha anticapitalista

julio 19, 2017

El derecho a la ciudad en Harvey, un vasto espacio de lucha anticapitalista

julio 19, 2017

Juan Valbuena

Algunas aclaraciones conceptuales

harvey

En un primer momento hay que decir que D. Harvey (2013) recoge la tesis de Lefebvre (1975) en la que afirma el necesario carácter urbano de los movimientos revolucionarios, esto sobre la base de la tesis de la inevitable urbanización total de la vida, tesis a la que ya se ha hecho la crítica pertinente en un artículo previo (Cristancho, 2017).

Asimismo, como elemento teórico del cual parte, el autor inicia afirmando que si bien el sujeto de las transformaciones revolucionarias, en este caso, urbanas, es la clase obrera, hay que partir de una noción de la clase obrera que no la encierre en el clásico estereotipo de obrero fabril, normalmente acuñado por la ortodoxia marxista como el proletariado. De esta forma debe entenderse que la clase obrera contemporánea se caracteriza por su fragmentación, división, multiplicidad de deseos y necesidades, itinerancia, desorganización y fluidez, así, se nos propone una noción mucho más amplia de clase obrera, mencionando incluso el papel contemporáneo del precariado[1] como clase social.

Otro concepto fundamental en Harvey para emprender la empresa de construir y defender el derecho a la ciudad es el de heterotopía. Para entenderlo habría que diferenciar dos significados atribuidos al concepto:

  • La categoría originalmente es de creación de Foucault (1986), quien la define como la diferencia inevitable que caracteriza al espacio en el mundo contemporáneo, un mundo diverso en donde hay múltiples espacios muy distintos entre ellos y ninguno superpuesto sobre otro: “el espacio en el que vivimos (…) es un espacio heterogéneo. En otras palabras, no vivimos en una especie de vacío, dentro del cual localizamos individuos y cosas. (…) vivimos dentro de una red de relaciones que delinean lugares que son irreducibles unos a otros y absolutamente imposibles de superponer”.
  • El concepto de heterotopía en Lefebvre se refiere a espacios fronterizos de posibilidad en los que “Algo distinto” no sólo es posible sino básico para la construcción revolucionaria, así, estamos hablando de espacios de alternatividad que la gente construye en su cotidianidad, pensemos por ejemplo en la echada de plancha dominical como forma de levantar los barrios de autoconstrucción en Colombia, esto genera un espacio de heterotopía caracterizado por la solidaridad vecinal que se contrapone al egoísmo capitalista.

David Harvey retomará esta noción lefebveriana de heterotopía, afirmando que la revolución -que, recordemos, debe ser urbana- es el encuentro de estos espacios heterotópicos en defensa del derecho a la ciudad.

¿Qué es y qué implica el derecho a la ciudad?

ciudad

El derecho a la ciudad, tal como lo dibuja Harvey, es la libertad para hacer y rehacernos a nosotros mismos y a nuestras ciudades, es decir, es un control democrático (por parte de las clases populares) del proceso de urbanización, de manera que sean estas clases las que establezcan cómo debe construirse una ciudad y cómo se debe vivir en ella. Para ello, el autor primero delinea qué se entiende por ese “proceso de urbanización”; empezando por definir qué entiende él, desde su óptica como marxista, por “ciudad”.

A este respecto, define la ciudad como una concentración geográfica y social de un excedente de producción ¿Qué quiere decir esto? Este significado está atravesado por las siguientes tesis:

  • El capitalismo es la eterna búsqueda de plusvalor que pretende realizarse como plusvalía en el mercado.
  • Luego del proceso de producción de mercancías, a la clase de los capitalistas les queda un excedente, ese excedente es reinvertido en el negocio del cual se trate en cada caso con el fin de ampliarlo, no perder espacio frente a la competencia en el mercado y obtener mayores ganancias en el siguiente ejercicio. Esto a su vez contribuye a los procesos de monopolización.
  • Incluso después de haber reinvertido parte de su excedente en la ampliación de sus medios de producción y de haber gastado otra parte del mismo en su sostenimiento, la clase capitalista encuentra que aún tiene abundantes cantidades de ese excedente que, de quedarse quieto, se vuelve improductivo.
  • Así, la clase de los capitalistas reinvierte ese excedente improductivo en una inversión de largo plazo[2] que no sólo es rentable, sino que garantiza el flujo de capitales de sus negocios principales: la construcción y actualización de las ciudades como escenarios de la producción, distribución y comercialización de mercancías. Esta tesis tiene dos consecuencias:
    1. La industrialización (tal como lo afirmara Lefebvre) como producción ampliada de mercancías en el marco del capitalismo es necesaria para el proceso de urbanización.
    2. La urbanización, a su vez, tiene un papel especialmente activo en la absorción del producto excedente, es más, Harvey afirma que esta función le permite al proceso de urbanización ser una salida ante las crisis de sobreproducción cíclicas del capitalismo[3].

Para elaborar este concepto, el autor realiza una evaluación de los procesos de urbanización de París (Haussmann) y E.E.U.U. con su proceso de producción de vivienda en masa en los suburbios en la década de los 60´s. Este punto será analizado en el aparte de críticas y conclusiones.

Debemos anotar, por lo menos dos características de este proceso de urbanización como mecanismo de absorción del excedente:

  • Este proceso implica la destrucción creativa, es decir, la destrucción de los entornos urbanos ya existentes para construir nuevas estructuras sobre ellos, esto es lo que denominamos hoy día como “renovación urbana”, es de anotar, además, que esta “destrucción creativa” siempre tiene una dimensión de clase lo cual implica que siempre se ejerce en desmedro de las clases trabajadoras y usualmente esta mediada por el uso de la violencia.

Habría que ubicar aquí dos fenómenos distintos: el desplazamiento que es el ejercicio directo de la violencia para desalojar un territorio (por ejemplo, la intervención de la alcaldía de Enrique Peñalosa en el Bronx en Bogotá); y por otro lado la desposesión, que es un conjunto de mecanismos mucho más sutiles pero que terminan generando el mismo efecto, por ejemplo, la entrada de grandes plataformas a los barrios populares, lo cual genera el aumento de los precios de las mercancías, o la degradación de las condiciones de vida por el surgimiento de un foco de delincuencia en el barrio.

También es importante en la lectura de Ciudades Rebeldes entender que estos fenómenos, sobre todo el de la desposesión, pueden ser resultado de propuestas que en principio parecieran “progresistas”, por ejemplo, la formalización de la propiedad no sólo sirve para garantizar la prestación de servicios públicos, sino también para facilitar el intercambio mercantil con un banco en alguno de los supuestos antes explicados.

  • Actualmente, en el marco del imperialismo dominado por gigantescos consorcios financieros, también asistimos a un proceso de financiarización del proceso de urbanización, caracterizado por empaquetar créditos y especular sobre ellos.

Frente a este panorama se erige el derecho a la ciudad como una reivindicación y una salida para los subalternos, una sola bandera bajo la cual pueden organizarse múltiples luchas y que se configura como una posibilidad de ataque coordinado al capital.

Harvey anota que es en los momentos de destrucción creativa en los que más debe agitarse la movilización, pues es en estos momentos en los que esos espacios heterotópicos pueden encontrar más fácilmente una identidad común. También nos dice que ese control democrático del proceso de urbanización no significa necesariamente una salida estatal o estatista: pueden existir formas de control democrático cuyo canal no sea el Estado (las cooperativas, por ejemplo).

Aportes al marxismo

El autor parte de la premisa de que las aportaciones teóricas de Marx no son ilimitadas, si bien es un método que tiene alcances de totalidad en la comprensión dialéctica del mundo, eso no significa que Marx haya hablado de todo y que las respuestas a todos los problemas sociales puedan encontrarse en su obra. Por ejemplo, tal como lo anota Harvey, no hay en la obra de Marx un estudio profundo del crédito y el interés dentro del capitalismo.

En este espíritu se hacen varios aportes a lo que ya se había construido desde Marx, y sobre todo, desde Engels, todo ello sobre el piso teórico construido por Lefebvre:

  • La renta del suelo se caracteriza como una forma ficticia del capital, si bien ya en Engels hablábamos de la renta del suelo como una de las tantas partes en las que se divide la plusvalía de un proceso de producción, Harvey le añade su particular característica de derivarse de las expectativas de futuras rentas, lo cual se agrava en las épocas del imperialismo financiero pues tenemos que aquí es el capital el que controla tanto la oferta como la demanda inmobiliaria.
  • Encontramos también un análisis del mercado especulativo financiero como una forma particular de intercambio entre los capitalistas que, no sólo genera alzas y caídas en el mercado inmobiliario, sino que genera y agrava las crisis al facilitar la rápida huida de capitales.
  • Nos recuerda Harvey que al analizar el fenómeno de la urbanización -así como cualquier fenómeno social- debemos atender su multicausalidad, y no podemos circunscribirnos solamente a las leyes generales del movimiento del capital ni empaquetar todo en la tasa marginalmente decreciente de la ganancia.
  • En el proceso de producción de la ciudad y de acumulación de mercancías, no sólo encontramos la producción de mercancías materialmente consideradas (el edificio, por ejemplo) sino que se producen también espacios, hábitats, entornos que tienen un valor en sí mismos y que pueden ser transados en el mercado, algo similar a lo que Marx, en El Capital (1885, p. 62), denominaría “efecto útil”.
  • Este proceso de urbanización, con las rentas que genera, a su vez, es una forma en que los capitalistas pueden recuperar concesiones hechas a los obreros en el espacio de la producción.

El bien común, la categoría de la lucha por el derecho a la ciudad

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Un bien común, según Harvey, es una relación social inestable y maleable entre cierto grupo social autodefinido y los aspectos de su entorno social y/o físico, existente o por ser creado, considerada sustancial para su vida y pervivencia.

Así, estos bienes se generan, no necesariamente por la acción de grupos organizados, sino la mayor parte de las veces, en medio de la cotidianidad de la vida urbana, son espacios de disputa que configuran la esencia de una forma de vida urbana: una identidad, así, serán bienes comunes, por ejemplo, un salón cultural dedicado al encuentro de la vida política de un barrio, la solidaridad vecinal generada en las jornadas de autoconstrucción o la cultura hip hop que surge como expresión juvenil en las callejuelas de un barrio.

Los bienes comunes pueden ser materiales, inmateriales o ambas a la vez, y no necesariamente se identifican con la categoría de bien público (bien garantizado por el Estado, por ejemplo, el espacio público).

La lucha por el derecho a la ciudad es entonces la constante disputa por la propiedad sobre los bienes comunes, entre las clases populares que los crean, recrean y reproducen y las clases dominantes que pretenden arrebatárselos, principalmente mediante la extracción de las rentas del suelo y de los inmuebles.

¿Para qué pretenden arrebatar las clases dominantes los bienes comunes? Para obtener rentas de monopolio, ser dueños de un entorno social y cultural, prácticas culturales, o un medio ambiente con características de unicidad, autenticidad, particularidad y especificidad. Algo que nadie más pueda tener y por lo cual los capitalistas puedan cobrar.

Por ejemplo, tener las calles más hermosas del continente, ser la capital del joropo o ser una “ciudad universitaria” son bienes comunes de los cuales se pretenden apropiar las clases dominantes para obtener rentas de monopolio del proceso de urbanización. Para ello se configura la actividad empresarial urbana: una suma de poderes públicos de distinta índole, formas organizativas de la sociedad civil e intereses privados para generar procesos urbanos que posibiliten esa ansiada renta de monopolio.

El objetivo de los capitalistas, sobre todo aquellos conscientes y dirigentes de los procesos de urbanización, es poder establecer “marcas” de las ciudades, con sus respectivos guardianes (museos, empresas de turismo, etc.), con lo cual se generan guerras culturales por la obtención de estas rentas.

De esta manera, la ciudad se configura como un vasto bien común producida por el trabajo colectivo; y la urbanización capitalista tiende constantemente a destruir la ciudad como bien común. Por lo tanto, la defensa de los bienes comunes se constituye en una alternativa para resistirse al capitalismo, los bienes comunes se vuelven una cuestión política.

Conclusiones y críticas

De esta lectura extraemos entonces las siguientes reflexiones:

  • Lo urbano es un campo de lucha en sí mismo, la única alternativa para que los partidos obreros, comunistas y los grupos de izquierda enfrenten eficazmente al capitalismo contemporáneo es que dejen de ver la lucha por la ciudad como un elemento secundario en la lucha anticapitalista.
  • Hay que hacer un ejercicio de reconceptualización de las clases, en el que no encerremos a la clase trabajadora en el estrecho espectro del proceso de producción de mercancías. Esto sobre la base de prestarle mucha más atención a las fases de circulación y reproducción del capital como escenarios para disputar la conducción de todo el conglomerado social.
  • En Harvey, esto implica que no sólo existe explotación en el campo directo de la relación capital-trabajo, sino que existen formas secundarias de explotación surgidas a partir del proceso de urbanización, además de las formas de opresión que se generan en las dimensiones políticas y culturales de la vida humana.
  • Además, el proceso de urbanización es de suma importancia porque es, en sí mismo, un proceso de producción, en el cual hay miles de obreros generando ingentes porciones de plusvalor y plusvalía, sobre la cual caminamos todos los días. Obreros que se pueden organizar para la lucha anticapitalista, siempre que sepamos adaptar nuestras propuestas organizativas a sus realidades de trabajo, a sus necesidades y anhelos.
  • Harvey, analizando los procesos de urbanización en Estados Unidos y Europa occidental durante la década de los 60´s, habla de un elemento característico de este proceso de urbanización: el desplazamiento de las capas acomodadas a urbanizaciones periféricas y remodelación de la región metropolitana, siendo los mejores ejemplos de lo anterior la suburbanización de Nueva York y la de París.

Sin embargo, hay que decir que el proceso de urbanización no se dio de esta manera en Latinoamérica, o al menos, en Colombia, y esto por 3 razones:

  1. Si bien hubo un desplazamiento de las clases adineradas del centro de la ciudad -por ejemplo, en Bogotá después de 1948- este fenómeno no se hizo con la intención de la remodelación de la región metropolitana. Aquí, el centro de la ciudad quedó abandonado (en su dimensión residencial) y fue tomado y poblado por las clases populares. Sólo recientemente vemos un interés de las clases dominantes por retomar el centro de la ciudad.
  2. Esto no fue un ejercicio de planificación urbana, sino un efecto de la violencia generalizada del país, que tenía uno de sus epicentros en los centros de poder que usualmente se ubican en el centro histórico de la ciudad.
  3. Aquí no se usó el dispositivo del suburbio para alojar a las clases medias y altas lejos del centro de la ciudad, sino el conjunto cerrado y la propiedad horizontal como elemento segregador para aislar a las clases adineradas del resto de la ciudad.
  • El proceso de urbanización capitalista genera nuevas inequidades y múltiples sufrimientos a las clases populares, como la degradación medioambiental, frente a los cuales no existe una solución puramente tecnológica, a menos que las clases subalternas arranquen a las dominantes el derecho a la ciudad, y se transforme por completo el modo de construir ciudades y vivir en ellas, no va a ser posible un destino alternativo al capitalismo para la humanidad.

Bibliografía

Cristancho, S. (15 de junio de 2017). Henri Lefebvre y el Derecho a la Ciudad. Recuperado de https://jucobogota.wordpress.com/2017/06/15/henri-lefebvre-y-el-derecho-a-la-ciudad/

Foucault, M. (1986). Los espacios otros. Recuperado de http://yoochel.org/wp-content/uploads/2011/03/foucalt_de-los-espacios-otros.pdf

Harvey, D. (2013). El derecho a la ciudad. Argentina: Akal.

Lefebvre, H. (1975). El derecho a la ciudad. 3ra ed. Barcelona: Península.

Marx, K. (1885). El Capital: Crítica de la Economía política. Libro 2°. Vol. 4. México: Siglo XXI editores.

Standing, G. (2011). The Precariat: The New Dangerous Class. Londres: A&C Black.

[1] Sugiero usar el término con beneficio de inventario, pues el término aparece en el libro The Precariat: The New Dangerous Class (2011) del economista inglés Guy Standing, sin embargo, en este libro el precariado es una de las 7 clases que podemos encontrar en la contemporaneidad, definidas a partir de los campos y los habitus de Bourdieu. No es bueno mezclar a la ligera categorías de dos tradiciones epistemológicas distintas.

[2] Como la actividad de urbanización es a tan largo plazo siempre necesita una combinación de capital financiero y financiación estatal.

 

[3] Esto no significa que el proceso de urbanización esté libre del riesgo de la sobreproducción, y eso fue demostrado en la crisis de sobreproducción inmobiliaria que se manifiesta en primera instancia en Estados Unidos desde 2008.