PARA QUÉ VAN LOS COMUNISTAS A LAS ELECCIONES

enero 16, 2018

PARA QUÉ VAN LOS COMUNISTAS A LAS ELECCIONES

enero 16, 2018

La cuestión básica del movimiento socialista

ha sido siempre cómo mantener su actividad práctica inmediata

en acuerdo con su objetivo final

Rosa Luxemburgo

Juan Sebastián Cristancho Rojas

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A propósito del prolongado momento electoral de dos años (2018 y 2019) por el que atraviesa Colombia, este artículo tiene como objetivo presentar algunas anotaciones, desde el punto de vista marxista, relacionadas con la pregunta de para qué los comunistas van a las elecciones.

Desde la visión revolucionaria, más allá de la necesaria pragmática electoral que se debe aplicar para poder participar de forma competitiva en este escenario de disputa, a mi manera de ver, en toda planificación electoral, en el fondo, deben estar permanentes algunos principios del orden ideológico que conducen a que esta acción política específica pueda abonar realmente a los objetivos emancipadores. Lo contrario, hace que las apuestas revolucionarias participen redundando en el juego de la democracia burguesa, pero que su intervención sistemática, así sea exitosa desde el punto de vista electoral, no contribuya para la construcción de un nuevo orden social, sino por el contrario, así no sea la intención, se afiance el orden social existente no deseado e injusto.

Para empezar, se debe clarificar cuáles son los objetivos políticos del momento. Así, a manera de síntesis, es claro que desde el Partido se ha fijado la necesidad de que la acción política subalterna pueda conseguir en el corto y mediano plazo la solución política y negociada al conflicto armado con todas las organizaciones insurgentes, la implementación de los acuerdos de paz, y al calor de ello, la edificación de un movimiento constituyente y un gobierno democrático popular que, con la inauguración de una nueva institucionalidad y reformas sociales en favor de las clases populares y la economía y desarrollo nacionales, se geste un momento en la historia del país que abra paso definitivamente a una perspectiva de transformación socialista. Teniendo en cuenta esto es que se participa en las elecciones, bajo el entendido que es una forma de lucha más para conseguir el objetivo trazado.

La lucha política: el sentido común, el trabajo con las masas y el Partido

En el campo de la lucha política se presentan multiplicidad de escenarios de contienda. Para entenderlos en su particularidad es necesario comprender a la vez que, en últimas, lo que está en juego en todos ellos es la forma como las personas entienden la realidad y actúan sobre esta, es decir, se debe partir de la tradición intelectual que interpreta el sentido común como un determinante cultural en disputa.

Sin embargo, cabe aclarar que, como resultante histórica, el sentido común, aunque heterogéneo, soporta el poder hegemónico y su violencia. En ese sentido es esencialmente conservador, esta es su función dentro de la superestructura de determinada formación social. En consecuencia, guía la dispersión cotidiana de las personas, las orienta para reproducir la estructura con su división de clases y, por tanto, contribuye y legitima la actual concentración de riqueza y poder. A la vez, este refuerza y actualiza sus contenidos principalmente a través de distintos medios que representan escenarios de dominación y disputa social, por ejemplo, la escuela, la familia, la universidad, los medios de comunicación, etc.

Es precisamente por esta razón que se argumenta la necesidad y existencia de un Partido Comunista o revolucionario, como una herramienta para romper la efectividad práctica de la dominación encarnada por medio del sentido común en los trabajadores y excluidos del modelo, o sea, aquellos que trabajan cotidianamente y por toda su vida para poder garantizar algo de dignidad a sí mismos y sus familias, mientras otros, nacidos “por suerte” en familias adineradas, no les alcanza toda su existencia para gastar la riqueza expropiada y acumulada.

Por ello, se puede afirmar que en el caso particular del Partido Comunista Colombiano (PCC), el objetivo estratégico de su lucha es estimular y conseguir un progreso intelectual de masas con todas sus consecuencias. Esto significa en el fondo la revolución socialista y la sociedad comunista (donde el proceso de avance intelectual de masas representa el mismo proceso revolucionario), bajo el entendido de que toda reforma intelectual y moral profunda se concreta como profunda reforma económica. Pero no solo está el PCC para la aludida tarea, hay experiencias, espacios y otras organizaciones en la sociedad que cumplen o pueden llegar a cumplir dicho rol, sin embargo, el PCC reclama su especificidad ya que su existencia se justifica exclusivamente por este fin.

Lo anterior es lo que significa para el Partido el trabajo con las masas. Esto es, toda acción que estimule una ruptura de masas con la concepción dominante en su totalidad, para actualizar el sentido común con el sentido histórico (buen sentido), con un proyecto de sociedad en función de todos que supere el orden vigente que coloca a todos en función de los poderosos[1].

Este progreso intelectual de masas deriva en organización popular, la cual alimenta la lucha por la justicia, por la satisfacción de las necesidades inmediatas, las reformas y una mejor vida para los pobres, pero que los comunistas propenden porque adquiera una perspectiva estratégica, de largo plazo, profundamente histórica y transformadora. Igualmente, dicho proceso crea influencia no necesariamente organizada, opinión política afín con las reclamaciones y las propuestas alternativas.

De esta forma, se caracteriza por ser un trabajo territorializado con las comunidades que oscila entre lo cotidiano, defensivo y ofensivo acorde con el desenvolvimiento de la realidad. En otras palabras, son pequeños motores cuantificables de inconformismo y organización ubicados en el espacio, determinantes en coyunturas de lucha para movilizar toda la influencia (organizada y no) en su radio de actividad y, más allá, toda la opinión política afín que puedan conseguir en el desarrollo de la acción, para lograr objetivos inmediatos o reformas al configurar una correlación de fuerzas social y política favorable para ello. En el caso partidario (el Partido como intelectual orgánico), ayudar a su construcción, la participación dentro de ellos y contribuir a su crecimiento, son la labor de los centros y las células.

Desde un punto de vista estratégico, estos motores son definitivos en el momento de una crisis hegemónica, es decir, donde los que dominan no pueden seguir dominando como lo venían haciendo y los dominados no quieren seguir siéndolo; pues sobre estos pequeños motores de organización y opinión popular recae la acción movilizadora, y en el caso de una revolución socialista, estos representan las bases y el poder de vanguardia para la edificación del nuevo Estado y orden social.

De hecho, su construcción en últimas es la edificación paciente, como gérmenes y movimiento constituyente, del nuevo Estado, donde como proceso las personas rechazan su dominación y explotación y van asumiendo las riendas de su historia al empezar a administrar la producción en un sentido amplio de la palabra, es decir, la producción económica y del conjunto de las relaciones sociales. El más claro avance de esta política y proceso revolucionario es la generación de la situación conocida como de dualidad de poderes, que más allá del trabajo partidario también depende de la correlación de fuerzas y el contexto social en general.

Sin embargo, es claro que entre menos motores de organización popular existan y menos opinión política tengan la capacidad de movilizar, entre menos coordinación haya entre los motores, son menos probables las conquistas inmediatas, las reformas, y mucho menos probable la revolución, así persistan las crisis económicas. Por lo anterior, estos motores además deben estar ubicados en lugares estratégicos de la sociedad para que cumplan la función determinada. Precisamente, todo ello hace parte de las discusiones y la planificación del trabajo en el caso del Partido desde las respectivas instancias colectivas destinadas para ello.

La acción política electoral y legislativa como forma de lucha y trabajo con las masas

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Para el trabajo con las masas también es propicia la forma de lucha electoral. En este caso específico, su objetivo es posicionar ideas y candidatos. Pero los comunistas se diferencian de cualquier otra concepción en la medida en que el solo crear opinión o llegar con buenas figuras individuales al Congreso de la República no es el fin último. En ese sentido, la lucha electoral para los comunistas es solo un medio. El fin desde la óptica revolucionaria es que esa lucha electoral, que si triunfa deriva en lucha legislativa, fortalezca la organización y lucha popular en general, para que a través de la movilización que se gesta por medio de esta interacción (entre lucha electoral-legislativa y lucha popular en general), se consigan conquistas para los pobres que redunden en mejorar sus condiciones de vida abonando pasos hacia una transformación radical.

En síntesis, para los comunistas las elecciones y la lucha legislativa son una táctica, y la construcción y potenciamiento de la organización y movilización popular que puede alimentar, la estrategia. Lo anterior se entiende mejor si además se tiene en cuenta las siguientes razones:

1.Una minoría en el Congreso sin apoyo extramuros, expresado en acciones como marchas, concentraciones, paros, etc., no puede generar conquistas por simple impedimento cuantitativo; 2. Porque así se tenga una mayoría en el Congreso o inclusive el Gobierno, si no hay organización y opinión movilizada en función de las reformas, los ricos pondrán estos elementos a su favor con todo su poderío (que no se pierde de un día a otro), y, por tanto, se verán frustradas; y 3. Porque de lo anterior es claro que como confrontación y correlación de fuerzas, una revolución no es una gran reforma legislativa o la acumulación de pequeñas reformas de este tipo, sino, en últimas, una gran reforma cultural y moral de masas que por medio de su organización y movilización la echan adelante transformándose en la garantía de su permanencia y triunfo.

Enfrentar una contienda electoral (o futura legislativa) sin tener en cuenta esto es no partir de la concepción comunista o simplemente estar errado. Por eso, la planificación de la campaña, que es lo más pragmático en esta forma de lucha, debe tener en cuenta y poner en diálogo, cualitativa y cuantitativamente, lo táctico y lo estratégico en las metas que se traza. Por lo mismo, partiendo de la realidad constituida, debe procurar aprovechar al máximo en función del proyecto, que no hay mejor momento para hacer circular ideas que las elecciones, es una costumbre de nuestro pueblo debido a la democracia en la que se mueve, por tanto, por medio de ellas se puede ganar mucha opinión que, junto a la lucha en el Congreso si deriva en organización permanente y popular en el proceso, abre la posibilidad de avanzar en conquistas y consignas cada vez más ambiciosas en función de las clases populares, donde queda claro que la organización popular y la movilización por fuera del legislativo es lo definitivo.

Los candidatos

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Teniendo en cuenta lo expuesto hasta aquí, no hay lugar para dudar que los candidatos de los comunistas para participar en elecciones deben ser militantes destacados en el trabajo con las masas. Son los que mejor pueden conectarse con el sentir popular (lo han vivido cotidianamente y han construido con él), transmitir el mensaje y las propuestas, y, en consecuencia, cuentan con un nicho de masas y reconocimiento que puede llegar a garantizar la victoria en las elecciones como voto duro, dado que en parte expresa un trabajo edificado sistemáticamente, previo e independiente a la contienda electoral, y, de esta forma, es la herramienta más eficiente de las clases populares y los revolucionarios para enfrentar el poder, la plata y la trampa de los candidatos de la derecha y la política tradicional. En este orden de ideas se podría decir que los comunistas están en campaña permanente por medio de su trabajo con las masas, independientemente del calendario electoral.

Igualmente, la conexidad del dirigente-candidato con el trabajo con las masas garantiza que, una vez en el Congreso, el cuadro no vuele como una cometa sin cuerda que lo aterrice sobre su papel en relación con nuestra concepción y proyecto. Se ha hecho como dirigente colectivo, se debe a la gente y, por tanto, un cambio de escenario de lucha no podrá trastocar fácilmente una escuela de años.

Empero, en estas coyunturas, muchas veces se presenta que la mejor oratoria no coincide con la conexidad con el trabajo con las masas. Entonces se da inicio al debate de si primero es el acumulado y después el candidato y la lucha electoral y en el Congreso o viceversa, a manera de causa y efecto. Como marxistas hay que afirmar que no existe tal relación mecánica en el proceso, por ello, como relación dialéctica, esta premisa actúa como principio de trabajo, por ende, los comunistas se esfuerzan organizada e individualmente por hacerlo cumplir pues entienden su importancia para el proyecto.

Sin embargo, nunca va a ser lo mismo ir a elecciones con un candidato fuertemente posicionado por medio de su trabajo con las masas, que con alguien que tiene buena oratoria pero carece de reconocimiento y trabajo, más si se tiene en cuenta que en confrontación con la derecha y la política tradicional, la mejor arma de las clases populares como lo afirmaba Lenin es la organización, pues si se compite en los mismos términos del oponente nunca se igualará el tamaño de su chequera y, en ese sentido, siempre se va a perder.

Por el mismo lado, si se consigue la victoria electoral, el dirigente que proviene del trabajo con las masas ya cuenta con un apoyo fuera del Congreso para potenciar con acciones su nueva labor lo que la hará más eficiente y efectiva, en cambio, un candidato con buena oratoria puede que nunca logre el apoyo fuera del Congreso que se requiere para ejercer una labor alternativa en el legislativo, que sus logros seán más lentos pues hay que partir casi de cero, o que se quede en los tan necesarios pero insignificantes, si se vuelven eternos, control político y denuncia.

En conclusión, el trabajo con las masas, la organización y movilización popular, desde el punto de vista revolucionario, son la mejor herramienta para formar candidatos, ir a la contienda electoral y realizar la lucha en el Congreso. Igualmente, para los marxistas la lucha electoral y en el legislativo sirve en el fondo para alimentar la lucha y organización popular, para construir, fortalecer y hacer crecer los motores de inconformismo y organización de los sectores subalternos, si no, simplemente legitima inintencionalmente el orden que los oprime y explota.

Finalmente, tomando como pauta estos apuntes sobre la relación entre la concepción trasformadora y la lucha electoral y en el Congreso, se puede concluir en relación con los objetivos políticos del momento, que las victorias electorales y legislativas no son verdaderas victorias si no llegan a fortalecer el poder constituyente (si no cuentan con esa perspectiva dentro de la planificación de la acción política), es decir, con opinión y razón programática, los pequeños motores de organización popular estratégicamente ubicados y demás formas de movilización del pueblo.

Es más, es necesario advertir que la implementación y demás lucha contra el neoliberalismo y por la paz no será posible electoralmente y en el Congreso, ya sea bajo un gobierno democrático o de ultraderecha, si no se potencia a su vez por medio de ese proceso constituyente con el cual se puede avanzar definitivamente no solo hacia una profunda democratización de la actual sociedad y un gobierno e institucionalidad democrático-popular, sino hacia la construcción de una sociedad socialista la cual es el anhelo en el horizonte.

[1] A propósito, es indignante observar al capitalismo neoliberal configurar una sociedad tan injusta como la actual. Por ejemplo, se llegó en 2016 a evidenciar cómo a nivel mundial el 1% de la población tiene alrededor de la mitad de la riqueza y cómo las 62 personas más ricas del planeta llegan a tener tanta riqueza como la mitad de la población en el mundo*; mientras tanto, en 2017, la ONU afirmaba que el planeta vivía la mayor crisis humanitaria desde 1945** donde en 2015 se reportaron 80 millones de personas en crisis alimentaria severa y en 2016 pasaron a ser 108 millones***. Colombia no es ajena a este contexto vergonzante, como lo expresó la OCDE para 2017, es uno de los países más desiguales de América Latina con un coeficiente de GINI de 0,52****. Aun así, hay quienes todavía se atreven a afirmar que el capitalismo es el mejor de los mundos posibles.

* http://www.elespectador.com/noticias/educacion/sesenta-y-dos-personas-tienen-tanta-riqueza-mitad-de-po-articulo-656285

** http://www.elespectador.com/noticias/el-mundo/el-mundo-vive-la-mayor-crisis-humanitaria-desde-1945-onu-articulo-684007

*** http://www.elespectador.com/noticias/salud/los-puntos-criticos-de-hambruna-en-el-mundo-articulo-687826

**** http://www.elespectador.com/economia/crece-la-distancia-entre-ricos-y-pobres-articulo-695462