Sebastián Cristancho
GREPLA J-RHGA
Como lo expone Ramos, la conquista y la colonia en América fueron un proceso combinado de territorialización hispánica y de des-territorialización indígena. Dentro de dicho proceso surgieron los criollos y la ideología criolla, aspectos determinantes para la insurrección de América, ya que de este grupo social y su ideología, se derivaron las principales ideas y la dirigencia más destacada, tanto de la guerra de independencia como de los Estados que se crearon posterior a su victoria. El presente escrito tiene como objetivo realizar algunos apuntes con respecto al origen y desenvolvimiento histórico de los criollos en el periodo colonial, para de esta manera resaltar ciertos aspectos de la mentalidad de dicho grupo social, que permiten entender de mejor forma su radicalización para la independencia de América y la posterior conformación de las repúblicas.
Se realizará el ejercicio anterior descrito, ya que se juzga que comprender el proceso de independencia, es dar luces sobre nuestras raíces rebeldes latinoamericanas, entendiendo que la sistematización e interiorización de los alcances y limitaciones (sus enseñanzas) de nuestro trasegar histórico revolucionario, es siempre un deber de los militantes de la transformación, de cara a los retos y tareas contemporáneas que exige la utopía relativa de conseguir un continente y un orden planetario, que este organizado socialmente de tal manera que se encuentre en total afinidad con nuestra naturaleza humano creadora. Es decir, el presente escrito se plantea como un aporte al balance histórico de nuestra trayectoria rebelde, tarea imprescindible para aquellos que en la actualidad aspiran a construir un mundo emancipado.
El debate entre la Corona y los encomenderos
Dentro del orden colonial construido por los Habsburgo, los vínculos jurídicos que unían las colonias de ultramar con la Península, fueron la legalidad de que cada audiencia como reino independiente estaba en unión personal con las coronas de Castilla y León. Esta relación de igualdad en la estructura administrativa, y con la mirada puesta sobre España, fue la que impulsó a los criollos a alegar su preferencia en la designación de cargos en las Indias (derecho de prelación). Y es por ello que para los criollos, la palabra colonia poseía una carga negativa en la época, su temor era que la Corona construyera un orden sustentado en la idea de colonia y no de reino, y con ello se perjudicara su prestigio y su riqueza. Allí empezaron los fundamentos de la ideología criolla, ideología de carácter exclusivista y patrimonial.
Sin embargo, el orden edificado por la Corona fue distinto al aspirado por los criollos. Con el apoyo de intelectuales como Fray Bartolomé de las Casas, se dio un debate intenso contra las pretensiones de señorío que manifestaron los conquistadores durante el primer periodo de colonización. Su misión consistió en desvirtuar la naturaleza bárbara de los indios, reconociendo su pasado histórico, y con ello derrumbar las empresas privadas, “heroicas” y violentas, que en las crónicas narraban las “proezas” evangelizadoras de los conquistadores, las cuales incluso tuvieron apoyo y propaganda por parte del clero regular, bajo el objetivo también de algunos de sus miembros de construir una nueva extensión de la Iglesia en las Indias. Tumbar el honor de guerra como legitimador de señorío, fue el logro de estos intelectuales (inspirados en la visión lascasiana) para colaborar a la Corona en su lucha contra los privilegios exigidos por los conquistadores (dados en un principio), que, incluso, llevó a algunos levantamientos por parte de estos (Ej. Gonzalo Pizarro en el Perú). Finalmente, los Austrias pudieron eliminaron la perpetuidad de las encomiendas, el cobro de tributos y los servicios personales, todos privilegios de los encomenderos.
Fue así como la Corona retomó el objetivo de la ciudad, como la organización de la comunidad espiritual, para cumplir el propósito evangelizador del Imperio (encargado por el Papa), e implantó un complejo modelo de dominación colonial estructurado por medio de la república de españoles y la república de indios. Con este objetivo fue que se establecieron las Leyes Nuevas en 1542 y se llevaron a cabo reformas por parte de las autoridades máximas en América en la segunda mitad del siglo XVI. Así se concretó el orden colonial característico durante la dinastía de los Habsburgo, que se extendió hasta el siglo XVIII, siglo donde se llevaron a cabo las reformas Borbónicas, las cuales intentaron modificar la estructura de la relación colonial y, por esto, la palabra colonia empezó a adquirir otro significado. Por parte de la Iglesia, en 1574 se instauró la Ordenanza de Patronato, con la que se reafirmó la autoridad episcopal y se terminó con la aspiración de una iglesia indiana, culminando por este lado con la alianza establecida entre los encomenderos y el clero regular.
El orden colonial y la prelación
El orden colonial instaurado, entendido como la república de indios al servicio de la república de españoles, y evidenciado por medio del tributo para el funcionamiento y sostenimiento del Estado colonial, derrumbó todas las aspiraciones para la construcción de un orden señorial, la burocracia empezó a asumir el vínculo de los indígenas con el Estado colonial por medio de la ley indiana, y los encomenderos pasaron en este sentido a un segundo plano. La república de españoles posibilitó por medio de diversas actividades económicas la constitución de varias fortunas, dentro de ello, los criollos se autoafirmaron a través de prácticas políticas y culturales específicas que sustentaron su ideología política. Fue el linaje el que, a partir del derrumbe de las aspiraciones señoriales y la consolidación del orden colonial, representó su capital cultural frente al rey, este último pilar del nuevo orden como figura y autoridad.
El linaje empezó a ser el argumento de los criollos como condición necesaria para el acceso al aparato burocrático, ya que, a su parecer, estos eran la legitima descendencia de la virtud de los padres conquistadores y del hecho de la conquista y la gesta militar en función de ampliar y conservar los dominios de la Corona, y que como empresa privada, la delegación burocrática (posterior al siglo XVI como “época del despojo” y extinción de la aspiración señorial) representaba su justa recompensa bajo el nuevo orden. Reivindicándose como los hacedores del Imperio por la fiscalidad y defensa prestadas, los criollos justificaban su prelación. El dominio colonial sustentado eficazmente en el concepto del honor, y adoptado por medio de las élites como sistema de afirmación del rango social en América, inspiró con más fuerza los alegatos criollos por medio de los memoriales, y los impulsó a mantener el linaje de élite por medio de estructuras familiares endogámicas y complejas redes de poder familiares.
Por lo anterior, se puede afirmar que la concepción de la prelación fue un elemento determinante dentro de la ideología criolla, y que dichas aspiraciones burocráticas fueron incluso una posibilidad identitaria frente a los peninsulares (“sus iguales”), de hecho, desafiando la concepción fundamental de los Austrias del burócrata colonial ideal, el cual, a su juicio, debía ser distante en todo sentido con respecto a la sociedad local en la que debía llegar a ejercer el mandato, ya que ello garantizaba neutralidad y desinterés. Fue así como los criollos por medio del linaje, alegando la prelación al rey, disputaron el campo burocrático como fuente de honor.
De todas formas, cabe aclarar que cuando se habla de ideología criolla, o más bien de mentalidad, no se habla de un proceso evolutivo identitario que partió de los conquistadores, se desenvolvió en la disputa del campo burocrático colonial y desembocó en los dirigentes independentistas. Por el contrario, se hace mención a un proceso de rupturas con continuidades determinantes, que permiten identificar constancias que se manifestaron de forma específica en las diferentes etapas de desenvolvimiento del proceso colonial y de la independencia y vida republicana. Algunos momentos claves en el desarrollo de esta mentalidad, como en parte se evidenció, fueron: la aspiración de un orden señorial por parte de los encomenderos y sus gestas; la reivindicación de la prelación en la burocracia; y el criollo insurgente.
Muestra que contradice un proceso evolutivo identitario, es que la palabra criollo aunque se puede referenciar ampliamente desde finales del siglo XVI, esta aparentemente tenía una carga peyorativa, los españoles nacidos en América preferían denominarse distinto, como, por ejemplo, hijos de conquistadores. El denominativo “criollo” por parte de los españoles peninsulares para referirse a los españoles nacidos en América, no produjo una distinción identitaria, por el contrario, los peninsulares siempre quisieron diferenciarse pero los criollos alegaban igualdad, no apelaban a su diferencia sino a su similitud. De hecho, muchos españoles conquistadores siempre aspiraron fue a regresar para, con la riqueza acumulada en la colonia, hacerse de un mejor estatus en sus tierras.
De la prelación y la igualdad a la independencia
A manera de hipótesis se podría afirmar, que el salto clave en la ideología criolla para dar paso a su tercer momento identificado, se hizo en un contexto específico para la radicalización de dicha mentalidad, donde desempeñaron un papel importante algunos sucesos que marcaron el proceso social: 1. Las reformas Borbónicas que significaron de alguna manera una mayor intención de apartamiento de los criollos del aparato burocrático, y, por lo tanto, una priorización de los peninsulares para este, agudizando la contradicción expuesta; 2. La invasión francesa a España que concentró la mirada de la Corona en la Metrópoli, abriendo el margen en la colonia para la acción política disidente; y 3. La influencia del pensamiento ilustrado, representando Europa un referente para la élite criolla, donde hubo un camino de apropiación y formulación local de las ideas modernas, por medio del cual se configuró el mapa en el que se apoyó la dirigencia independentista para desarrollar la guerra y el proyecto republicano.
Es decir, a manera de síntesis se podría afirmar que: igualdad con los peninsulares, prelación y pensamiento ilustrado, fue lo que permitió en la subjetividad construir la mentalidad del criollo insurgente y radical. Que apoyado en su riqueza objetiva y su estatus y legitimidad social y local, en conjunto, dentro de un contexto específico, fueron los ingredientes para constituir la principal dirigencia de los ejércitos independentistas y de la edificación de las repúblicas.
Muestra de esta mentalidad radicalizada con los rasgos mencionados, son las coincidencias expresadas por varios dirigentes de la guerra libertadora, como lo fueron Miranda, Bolívar, Morelos e Hidalgo, ya que tanto en la confrontación con la Corona como en los proyectos independentistas que visualizaron, todos configuraron al enemigo como el extranjero, españoles, peninsulares o gachupines, codiciosos y bárbaros a quien se les declaró la guerra a muerte, a menos que apoyaran con acciones la causa independentista. Asimismo, se edificaron como contraparte identitaria como “los americanos”, bajo un ideal patriótico y nacional, donde se incluían criollos, indígenas y gentes de color, y todo aquel que apoyara decididamente al ejército libertador. Sin excepción, proyectaron la construcción de repúblicas con democracia representativa y católicas (aunque con libertad de culto), Hidalgo con su propuesta de “Congreso”, Miranda y Bolívar más de corte federativo con división de poderes, y Morelos más de enfoque agrarista. Dichos parámetros, de alguna forma se extendieron para la consolidación de los Estados nacionales, una vez ganada la guerra de independencia.
Sin embargo, cabe cuestionar, hasta dónde la independencia fue realmente un proyecto americano y no solamente de su parte criolla o de élite, teniendo en cuenta además, que dentro de los indígenas o gentes de color también por medio del comercio u otras actividades económicas se insertaron individuos a los más privilegiados, y más cuando desde 1687 la Corona para saldar su crisis económica optó por la venta de cargos. En Morelos se puede notar un desprendimiento anti élite sobre todo cuando identifica como enemigos también a los criollos, pero hasta qué punto dicho desprendimiento fue significativo. Por parte de Miranda, en su proyecto se divide a los ciudadanos activos de los ciudadanos pasivos, los primeros, poseedores de rentas y propiedades, lo cual les permitía ejercer el derecho al voto y a ser elegidos. Para concluir cabe preguntar, ¿existieron proyectos más incluyentes dentro de las élites o dirigencia independentista?, ¿América estaba preparada para un proyecto más radical?, entendiendo por radical la inclusión en sus objetivos de aspiraciones de los otros sectores sociales no criollos, es decir, indígenas y gentes de color. Y teniendo en cuenta ello, de cara al proceso transformador contemporáneo, ¿hoy qué tipo de proyectos emancipadores existen en América Latina? ¿está preparada América para ellos?, la discusión queda abierta.
Bibliografía
- Aristides Ramos, Los criollos y el orden colonial. Tomado de: Boletín de historia y antigüedades N°845. Academia colombiana de historia, 2009.
- Aristides Ramos, Criollos: configuración de una mentalidad. Tomado de: El Nuevo Reino de Granada y sus provincias. Crisis de la Independencia y experiencias republicanas. Editoriales: Universidad del Rosario y Universidad Javeriana, 2009.
- Simón Bolívar, Decreto de guerra a muerte.
- José María Morelos, Plan político.
- Miguel Hidalgo, Manifiesto.
- Francisco de Miranda, Planes de gobierno.