Andrés Contreras
GREPLA J-RHGA
“Aquí no hay más cómplice que tú y yo; tú por opresor, y yo por libertador, merecemos la muerte” Túpac Amaru
En el siglo XVIII bajo el régimen colonial en América, ocurrieron una serie de desórdenes civiles que tuvieron limitaciones en su proyección política. Sin embargo, sucedieron otros hechos de mayor amplitud que llegaron a trastornar la vida económica y social de la región de los Andes, allí se inscribe la revolución que encabezó Túpac Amaru II, que tuvo varios componentes económicos, sociales, políticos y culturales que permitieron el alzamiento tupamarista, entre noviembre de 1780 y mayo de 1781.
Al respecto, la revolución tupamarista se diferenció de las rebeliones en el siglo XVIII principalmente por tres elementos: Primero, su composición social que involucró en su interior dos fuerzas motrices principales para su marcha, que fueron el proyecto de carácter étnico y la aristocracia indígena. Segundo, sus objetivos representados en el plan político que se condensó básicamente, en romper el colonialismo y modernizar el país. Tercero, los efectos que consiguió en la estructura colonial.
Reformas, disputas y levantamientos
Para hacer una aproximación analítica a la revolución tupamarista, es importante tener en cuenta al menos dos componentes:
1. El desarrollo de una élite indígena que sin perder sus tradiciones culturales disputó la económica comercial con los repartidores, quienes exigían a los campesinos indígenas comprar bienes a precios muy altos, lo que expresó y desató una serie de reivindicaciones por parte del pueblo indígena, que inclusive llegaron a radicalizarse, rechazando el colonialismo y exigiendo la abolición de la mita. Lo anterior explica la relación estrecha entre rebeliones y lucha contra los repartidores.
Por ello, la estructura económica en la época colonial, como lo señala Alberto Flores Galindo, tuvo como característica la disputa por la red mercantil, dado que su administración estaba en manos de los comerciantes Limeños, aquellos que conformaron un mercado en expansión que fue fiel al sistema colonial y sin cuestionar la servidumbre; y, en parte, en manos de los comerciantes provincianos, como Túpac Amaru, que no pagaban la alcabala, disputaban el mercado regional con los comerciantes limeños y se oponían, por tanto, al reparto.
Por lo anterior, los enfrentamientos entre comerciantes limeños y provincianos, se desarrollaron y profundizaron dado que los primeros pretendían expandir el mercado y conformar una especie de organismo parasitario de libre cambio (con altísimas ganancias) impidiendo a los segundos participar y constituirse como un grupo económico y social consolidado, lo que llevó a que Túpac Amaru liderara lo que se desencadenó, finalmente, como un conflicto económico-político, como un alzamiento antifeudal, que atacó a las grandes propiedades y cuestionó la servidumbre, en lo que el factor étnico como diferencial social, ayudó a la radicalización del alzamiento indígena.
En relación con ello, el conflicto económico expresado en las reformas fiscales que tuvieron como expresión la recaudación de impuestos, aumento a las tazas de tributo indígena, producto de las reformas borbónicas, con lo que se acentuó el control administrativo de las colonias y la centralización del fisco; conllevaron a protestas y revueltas contra la medidas tributarias, contribuyendo a la descomposición de la sociedad colonial, catalizando conflictos existentes y abriendo una brecha entre ambas sociedades, así como la posibilidad de acentuar los regionalismos y sus poderes. Esto influyó para que hubiera rebeliones antireforma, donde también se inscribe la revolución tupamarista que en un primer momento trata de contrarrestar la idea modernizante de los españoles y desarrollar uno de los compontes de su plan político como fue la restauración de la monarquía incaica. No obstante, como lo ubica Alberto Flores Galindo, es importante tener en cuenta que no es equivalente reformas borbónicas a rebeliones andinas, dado que el conflicto económico, era acompañado por un conflicto político y cultural.[1]
2. El segundo componente, es la composición de la revolución tupamarista, que involucró tanto a la élite indígena como al proyecto de carácter étnico, que tuvo como característica elementos discursivos elaborados que permitieron desatar la rebelión en el orden regional bajo la premisa de ejecutar el plan político, el cual consistía en extender la rebelión sobre la base de la abolición de la esclavitud, poner fin a los repartidores, tributos e impuestos como los de la alcabala, aduana o la mita, y su objetivo central que fue la restauración de la monarquía incaica; para que fuera posible realizar lo anterior, desarrolló simultáneamente la formación de un ejército que en su núcleo central tuvo dirigentes y seguidores cercanos que permitieron que en el camino promovieran el alzamiento de los pueblos (aunque carecieran de armas) y, sobre todo, aprovecharan los levantamientos que surgían de manera espontánea.
Plan político, violencia y revolución inconclusa
De allí derivó que su programa político estableciera dar golpes a los corregidores para hacer una ruptura con el orden colonial, dado que la lucha por la abolición de la mita y contra los abusos de los corregidores permitió cuestionar la servidumbre por parte de la resistencia étnica. En esta marcha, Túpac Amaru logró convocar a los caciques, curas y criollos, los cuales si bien fueron parte del proceso, su ambivalencia (entre otras cosas por las posiciones sociales y económicas que mantenían[2]) definió que la marcha de los acontecimientos evidenciara las contradicciones al interior del ejército rebelde, que finalmente no permitieron establecer su unidad política-organizativa.
Esto conllevó a que la violencia rebelde fuera trascendental, si bien el ejército no contó con una dotación de armas notable, la violencia fue manifestada en múltiples expresiones de una manera sangrienta. Sin embargo, esto tiene una explicación en fenómenos presentes en la vida colonial, como: la explotación colonial, la “superioridad” de los blancos y el desprecio por los indios, los efectos de la violencia en la conquista, los etnocidios, entre otros. Además, las mujeres sufrían un nivel de doble opresión, porque vivían la explotación colonial pero, al mismo tiempo, la violencia sexual originada en la conquista y en la dominación contra los indígenas, esto conllevó a la radicalización de las mujeres como lo demostró Micaela Bastidas.
Siguiendo lo anterior, la violencia y el desprecio por parte de los indígenas contra los españoles y todo aquello que se asociara a ellos (incluso contra aliados o posibles aliados no indígenas, en su momento de radicalización absoluta), producto de la servidumbre, violencia, dominación e impedimento de constituirse como grupo social, llevó a que las acciones político-militares fueran una visión del mundo, una ideología y moral, para restaurar la monarquía incaica e instaurar una nueva sociedad. Lo anterior fue expresado por Túpac Amaru en la idea de conformar un “cuerpo de nación” uniendo a todos los habitantes del Perú, desarrollando reglas comunes y separándolos de Europa.
Por último, ante la imposibilidad de la revolución tupamarista de triunfar bajo su plan político (como ocurrió con el proceso que encabezó Túpac Katari posteriormente), en la medida en que su radicalización como proyecto étnico y su absolutización indígena como su componente social, le impidió expandirse para conseguir la fuerza necesaria para vencer; es importante poder retomar algunos elementos para el análisis y la reflexión en la contemporaneidad para pensar un proyecto de emancipación en el siglo XXI:
- Las reivindicaciones indígenas estuvieron asociadas a un proyecto que cuestionó el orden colonial y pensó el futuro, sin embargo como enseñanza dejó claro que un proceso revolucionario no se agota en las reivindicación o proyectos étnicos (o en uno de los elementos sociales subalternos), si no, por el contrario, aquellos pueden ampliarse y potenciarse, por lo cual, se puede decir que de alguna manera, la revolución tupamarista es un revolución inconclusa, desde su perspectiva étnica pero como revolución social subalterna americana.
- La revolución tupamarista permite evidenciar que en la época colonial sí hubo rasgos y proyectos independistas más allá de los liderados por los criollos.
- Que el ejercicio de la violencia puede interpretarse como parte de una catarsis que recoge toda una serie de expresiones contra la opresión y la dominación, y que como acción política permitió cierta unidad del proyecto, pero también su disolución en la radicalización extrema.
- Que todo proyecto revolucionario, cuando involucra por ejemplo el componente étnico, tiene además que permitir reunir y aglutinar para el proceso revolucionario la coexistencia de diferentes identidades, lo que enriquece la acción popular, con estrategias, dirigentes, entre otros, en síntesis, potencia la ideología y organización alternativas.
Bibliografía:
- Flores Galindo, A. (1994). La revolución tupamarista y los pueblos andinos, Gobernar el mundo. Trastornar el mundo. En Buscando un inca: identidad y utopía en los Andes (págs. 97-142). Habana: Editorial Horizonte.
- Lienhard, M. (1991). Testimonios, cartas y manifiestos indígenas. Venezuela: Biblioteca Ayacucho.
[1] El involucramiento y profundización de los conflictos económicos, político y culturales tuvo como una de sus expresiones la imposibilidad de los indígenas, de la élite Inca, de constituirse como grupo social.
[2] Uno de los conflictos más representativos en la revolución tupamarista, fue la contradicción que se presentó entre el proyecto de carácter étnico, su componente social indígena, con otros grupos sociales dado que aquellos no apostaban plenamente a la restauración de la monarquía incaica. Dicha ambivalencia conllevó a las limitaciones en la proyección política de la revolución tupamarista ya que la limitó en su sujeto y alcances como proyecto de sociedad.